Leopoldo Fernández Pujals, Leo para los amigos, es un todoterreno. Acaba de dar el pelotazo de su vida de la mano de una teleco, Jazztel, de la que tiene el 14,8% y en la que entró hace 10 años pagando 61 millones de euros. La oferta de Jazztel -15 euros por acción, en metálico- le meterá en el bolsillo casi 500 millones. ¿Quién da más? A sus 67 años, no está muy claro que sea la última aventura de un empresario acostumbrado a las emociones fuertes, a los saltos, algunas veces sin paracaídas.
Y es que la vida de Leo está marcada por las emociones fuertes. El lustre de un apellido conocido en Cuba –alguno de sus abuelos fue también millonario- fue barrido por el castrismo, que convirtió a nuestro protagonista en un exiliado más en Norteamérica. Un trauma largo, que le impidió centrar el tiro hasta que ingresó en el ejército, en plena guerra de Vietman. No manchó sus manos de sangre, pero aquella experiencia en una base a treinta millas de Saigon le dio el poso que necesitaba para entrar de lleno en la aventura empresarial.
Terminó sus estudios en Florida y se convirtió en una pieza codiciada para las grandes multinacionales. Recalaría en un gigante como Johnson & Johnson, donde aprendió todo lo necesario es cuestión de gestión y que, sobre todo, le permitió pisar suelo español. Ya no daría marcha atrás, porque pondría en marcha Pizzaphone, el germen de lo que luego sería Telepizza, la empresa que lo lanzó al estrellato y lo acabaría por convertir en una gran fortuna.
Después de crear un modelo de negocio basado en la flexibilidad laboral y la agresividad en los precios que convirtió a Leo en un icono del empresario moderno, el hispano cubano vendería su imperio hace 15 años a precio de oro. Se metió en el bolsillo más de 300 millones de euros y empezó a labrar su historia de mago de la bolsa.
Con la colaboración inestimable de BBV –que le ayudó tras la ruptura con su hermano, socio en la compañía- había dado en los estertores del siglo pasado el salto a la bolsa. Fue un éxito. Mucho más lo fue vender en tiempo y hora, porque la empresa que heredaron los compradores –entre ellos Fernando y Pedro Ballvé, fundadores de Campofrío- estaba agotando el modelo. Poco antes de la operación, Leo había vendido un 5% de las acciones de Telepizza. Para muchos, ya era el tiburón número uno del mercado bursátil.
Cuando desembarcó en una compañía sin rumbo y en las últimas como Jazztel en 2004, muchos predijeron un fracaso sonado. Otros, convencidos de que el mago sacaría otro conejo de la chistera, le siguieron en masa y compraron acciones de la teleco. Tal fue la presión sobre Fernández Pujals que tuvo que prometer que no abandonaría el barco hasta la jubilación y que nunca vendería acciones por debajo de 4 euros.
Se va a deshacer ahora de su participación, a un precio de 15 euros por acción que supone valorar la compañía en más de 3.300 millones de euros. Un pelotazo en toda regla que no hace más que aumentar la leyenda de uno de los hombres más hiperactivos del panorama empresarial español. Apasionado de los caballos –tiene una yeguada con más de 650 cabezas cerca de Madrid-, siempre ha sabido donde está el ejemplar ganador: Telepizza, Jazztel y…