En el ser humano y en animales se han identificado dos tipos de tejido adiposo, el tejido adiposo blanco (TAB) y el tejido adiposo marrón (TAM). Mientras que el primero se ha considerado tradicionalmente un almacén de energía, el TAM desempeña principalmente una función termogénica.
Durante muchos años, el TAB se consideró como un mero almacen de energía el cual se acumula en situaciones de exceso de aporte de energía (calorías), y libera ácidos grasos en momentos de necesidad energética sistémica. Los dos principales procesos metabólicos del TAB son la lipogénesis y la lipólisis, es decir la formación de triglicéridos (TG), a partir de sustratos energéticos, y la degradación de estos a ácidos grasos libres (AGL). Hay que destacar que los AGL derivados de la lipólisis del TAB suponen la principal fuente de combustible de lípidos en estado de ayuno.
El TAB se localiza principalmente en la zona subcutánea, pero también en la zona visceral intraabdominal. El TAB está compuesto por células, los adipocitos, y además está infiltrado por leucocitos y tejido conectivo. Hay que destacar que todos los componentes del tejido adiposo son capaces de liberar múltiples factores con gran cantidad de efectos biológicos. Es por ello que en las últimas dos décadas se ha establecido el concepto del tejido adiposo como un “órgano” endocrino metabólicamente activo, que modula diversos procesos fisiológicos como el gasto de energía y la homeostasis de la glucosa. El tejido adiposo sintetiza y libera numerosos factores con acción endocrina, paracrina y autocrina llamados adipoquinas, los cuales ejercen numerosas funciones en diferentes órganos y sistemas. Las adipoquinas funcionan como auténticas hormonas circulantes que sirven como factores de comunicación con otros órganos incluyendo el cerebro, el hígado, el músculo, el sistema inmunológico, y el propio tejido adiposo.
Además, el tejido adiposo es capaz de producir y liberar factores inflamatorios (interleuquinas, factor de necrosis tumoral TNFalfa, hormonas (estrogenos, aldosterona, angiotenisna II) , y otros factores. Por ello está justificado hablar del tejido adiposo como un órgano endocrino con múltiples funciones fisiológicas, y con importantes repercusiones fisiopatológicas especialmente en situaciones de sobrepeso, obesidad, síndrome metabólico y diabetes tipo 2.
La disfunción del TAB y en concreto la alteración del patrón de producción de adipoquinas parece jugar un papel importante en las alteraciones metabólicas de la obesidad, y la diabetes tipo 2, y también en las alteraciones cardiovasculares asociadas a estas. En este sentido, se ha demostrado que los factores inflamatorios del TAB son un importante mecanismo para inducir resistencia a la insulina.
La leptina y la adiponectina son dos adipoquinas principales del TAB que regulan la el comportamiento alimentario y el gasto energético, y además están involucradas en la regulación de las respuestas inflamatorias del tejido, y en el desarrollo y progresión de la resistencia a la insulina. Esta alteración se considera la alteración central de la obesidad y la diabetes tipo 2, y participa de manera clave en el desarrollo y progresión de estas patologías y de sus alteraciones cardiovasculares asociadas.