Una manada de 10.000 zorros ha llegado a Londres. Los animales campan a sus anchas por parques y calles de la capital, dando un toque agreste a la ciudad, aunque para algunos, son una plaga peligrosa.
Resulta habitual que los 8 millones de habitantes de Londres se crucen con frecuencia con un raposo. En una encuesta reciente, el 70% de los interrogados indicó haber visto uno durante la semana pasada.
Los ciudadanos que ven la presencia de los animales como algo negativo alegan que durante la noche, remueven la tierra de los jardines, destrozan las bolsas de basura, dejan por doquier sus excrementos y pueden transmitir enfermedades.
El eco de los medios contando historias de niños atacados en sus cunas por estos animales no tranquiliza a la población, sin embargo sus defensores afirman que son sólo exageraciones, aunque tienen una base real.
Esto ha generado que muchos ciudadanos se asocien para acabar con estos animales. Entre ellos Boris Johnson, después de que su gato fuera agredido presuntamente por un zorro.
«Si la gente quiere juntarse y salir de caza por Islington (un barrio londinense), yo voy con ellos», afirmó Johnson en tono de broma.
La frase avivó por enésima vez el debate sobre los «zorros urbanos», que según la Universidad de Bristol, al oeste, sumarían 33.000 en Gran Bretaña, un tercio de ellos en la capital. Otros 250.000 viven en el campo.
Sobreviven en la capital por su facilidad de adaptación
«Es un animal que se adapta muy fácilmente, que come de todo», explica Calie Rydings, de RSPCA, la Sociedad Británica Protectora de Animales.
Londres, con un sinfín de parques y casas con jardín, es un paraíso para los zorros, que ya escogieron como hábitat en los años 30, cuando la ciudad empezó a robarles su territorio.
La convivencia con los humanos es bastante buena. Según un sondeo, al 86% de la gente le gusta este animal. Otro estudio cifró en un 10% el número de londinenses que les dan «de comer regularmente».
Pero «a pesar de su densidad récord, los zorros son la causa de un número extremadamente pequeño de problemas y a la gran mayoría de la gente le gusta observarlos en su jardín», señala Stephen Harris, de la Universidad de Bristol.
¿Un peligro para los más pequeños?
¿Qué pasa entonces con esos bebés atacados que de vez en cuando son noticia? En 2010, una madre de familia de Londres dijo haber tenido una «pesadilla despierta» tras haber encontrado a sus gemelas de nueve meses cubiertas de sangre en su habitación.
El último caso se remonta a febrero de este año, cuando un bebé de cuatro semanas fue encontrado con un dedo arrancado, lo que provocó la cólera del alcalde de Londres.
«Hemos registrado tres »ataques» de zorros en los últimos once años», relativiza Trevor Williams, director de «The Fox Project«, dedicado a la protección de estos mamíferos.
«El primer ataque al final resultó ser de un perro. El segundo podría serlo también, según los testimonios de los vecinos. Y en el tercero, la historia tiene tantas contradicciones que nadie la cree», enumera en defensa de estos animales.
«Y aunque estos ataques fueran verdad, no tendrían peso si se comparan con las 250.000 personas mordidas cada año por un perro doméstico en Reino Unido, 6.000 de las cuales son hospitalizadas», asegura.
En realidad, son los zorros los que están en peligro, según la RSPCA. Su esperanza de vida en un ámbito urbano no supera los dos años, frente a los 14 que viven cuando están en cautiverio, ya que los coches son los responsables del 60% de las muertes. El resto lo hacen las enfermedades y las cerca de cien personas autorizadas a matar zorros en Londres.
Por el momento, imaginar a milicias patrullando las calles para liquidarlos es una leyenda urbana, aunque hace tres años, un vídeo que mostraba a cuatro hombres enmascarados golpeando a un zorro con un bate de cricket en un parque de Londres, inquietó a la población.
Los medios mandaron a enviados especiales al lugar de los hechos y la RSPCA abrió una investigación. Hasta que sus autores, los realizadores Chris Atkins y Johnny Howorth, explicaron que era un vídeo falso destinado a reírse de la histeria sobre el tema.