Las ciclogénesis explosivas dieron mucho que hablar el pasado otoño e invierno golpeando las costas del norte semana tras semana, apenas sin dejar respiro, causando numerosos destrozos y daños en las playas y carreteras costeras de Galicia y del cantábrico. La primera tuvo lugar el pasado 30 de octubre sin causar demasiadas incidencias.
Olas gigantescas de hasta 15 metros con una fuerza brutal que dejaron daños que costarán millones de euros, muchos negocios y viviendas totalmente inundados. Niños que no pueden ir al cole, personas atrapadas por el agua, locales con daños millonarios, playas desaparecidas… imágenes de desastre fueron las protagonistas el pasado invierno por culpa de este tipo de borrascas.
La ciclogénesis es la forma normal en que se forman las borrascas. Se denomina explosiva porque este «nacimiento» no se produce en un espacio de tiempo habitual, sino que se hace de forma repentina y abrupta, tal y como explica el director de Sirimiri Consulting, Eduardo Román.
Las ciclogénesis explosivas suelen venir acompañadas de vientos fuertes, de más de 100 km/h y que son considerados huracanados, y de lluvias muy intensas que en cotas altas pueden ser precipitaciones en forma de nieve.
Este fenómeno se produce cuando hay un choque de un frente muy cálido con un frente muy frío que en un muy corto espacio de tiempo ocasiona una bajada fuerte de presión acompañada de estos vientos huracanados. No están acompañadas de bajada de temperaturas.
La ciclogénesis explosiva también se conoce como bomba meteorológica, y no es algo frecuente aunque sí puede ser devastador en cuanto a sus consecuencias. En 2010, un fenómeno de este tipo dejó 3 muertos en nuestro país y más de 50 en Francia.
Todavía no se puede saber si este fenómeno volverá a azotar a la península, aunque por el momento las borrascas que se acercan son normales con lluvias moderadas y vientos suaves.