Si hay un jugador que sale reforzado de la Eurocopa ése es Andrea Pirlo, el faro de Italia. El hombre que cuando toca el balón provoca que todo el estadio enmudezca porque saben que algo importante va a pasar. Y es que Pirlo no es el típico jugador italiano, ya que busca crear donde todos quieren destruir y defender.
Sin embargo, no siempre fue idolatrado en Italia. Pirlo comenzó su carrera en el Brescia, el equipo de la ciudad en la que nació, y en el 98, con 19 años, le llegó su primera gran oportunidad al fichar por el Inter de Milán. Allí llegó con la vitola de ser uno de los trecuartistas, nombre con el que se denomina a los mediapuntas en Italia, más prometedores del país con el objetivo de que en unos años fuera capaz de sustituir a Roberto Baggio.
Las cosas no le salieron bien a Pirlo en el Inter, donde poco a poco vio como iba apagándose su estrella por la única razón de que desde el club entendían que no tenía gol. Por ello, en el 99 fue cedido a la Reggiana. A su regreso a Milán continuó en el papel secundario que tenía antes de su salida. Por este mismo motivo en enero de 2001 el Brescia le propuso incorporarse como cedido.
A Pirlo le costó hacer la maleta, pero finalmente entendió que no tenía nada que perder y que al menos iba a estar en casa. Sin saberlo había tomado una decisión que iba a cambiar para siempre su vida…y la del fútbol italiano. Y es que en el Brescia coincidió con Carlo Mazzone, un técnico que no ganó ningún título en su carrera pero cuya mentalidad fue decisiva para el devenir del fútbol transalpino.
Y es que los diez partidos que jugó Pirlo en el Brescia cambiaron para siempre su carrera, ya que Mazzone vio en él unas condiciones que no habían visto otros. Consideró que era un jugador con una gran visión de juego que podría dar mucho más de sí retrasando su posición en el terreno de juego hasta el centro del campo.
Aquellos diez partidos en los que retrasó su posición de la mediapunta al centro del campo fueron pocos pero suficientes para que Carlo Ancelotti se fijara en él para que fuera el cerebro del Milan, del que fue su catalizador de juego durante una década, hasta que al club lomabardo se le cruzaron los cables y decidió no renovarle en el verano de 2011 por considerarle demasiado mayor como para ampliarle el contrato por los dos años que solicitaba. Su año en la Juventus y en la reciente Eurocopa ha provocado que en Milán más de uno se tire de los pelos.
Lo mismo que sucedió hace una década, en el Inter cuando renegaron del Pirlo mediapunta porque no supieron ver el buen centrocampista que era.