Hay cosas que sería mejor no regular, pero algunos países quieren defenderse de espionajes como el de la NSA norteamericana
No toda la culpa es de Snowden. Al fin y al cabo no hizo más que denunciar una realidad que no le gustaba. Como recordaba un editorial del Financial Times hace algunos meses, Estados Unidos solo puede culparse a sí mismo por el hecho de que la presidenta de Brasil se enfadara tanto al saberse espiada. Y si todo eso viene a cuento ahora es porque aquel brote de Dilma Rousseff ha precipitado la creación y promulgación de lo que ha dado en llamarse la primera “Constitución de Internet”.
No se trata de un cuerpo de leyes paralelo sino de una serie de normas específicas, denominadas Marco Civil de Internet, que pretenden garantizar el derecho a un acceso igualitario a Internet y, sobre todo, proteger la privacidad de los usuarios. Y si lo hace un país como Brasil, emergente, poderoso, y el segundo del mundo con más usuarios de Facebook, hay que pararse a pensar bien sobre ello, porque esa legislación puede convertirse en referencia internacional.
“Brasil va demasiado lejos…”
La primera intención de Rousseff, fruto de aquel enfado que incluso le hizo suspender un viaje a Washington previamente programado, fue plantear que las grandes empresas de Internet, como Facebook o Google, tuvieran la obligación de crear un centro de almacenamiento de datos en territorio brasileño para poder garantizar su control. De ahí surgió el mencionado editorial del FT, titulado “Brasil va demasiado lejos en la seguridad en Internet”, que tuvo una gran repercusión.
El pregonero del liberalismo económico advirtió a la presidenta de que proteger los datos de sus ciudadanos creando muros haría un flaco servicio a Brasil y su economía. Y sería malo para el mundo de las tres uve dobles porque se arriesgaría a entrar en una era de fragmentación y regulación.
Mensaje recibido (al fin y al cabo Brasil acepta esas reglas), y el resultado es que la nueva legislación tan solo incluye, según informan las agencias, que esas compañías estarán “sujetas a decisiones de las cortes brasileñas en casos que involucren la información de usuarios brasileños, aunque la información esté almacenada fuera”. En Estados Unidos, concretamente, que es donde tienen sus sedes dichas empresas.
Controlar o no controlar, he ahí el dilema
Con esta Codecisión Brasil responde al sentimiento de muchos ciudadanos que dijeron sentirse desamparados al conocer el funcionamiento de la NSA en todo el mundo, pero no va demasiado lejos. No se coloca, ni mucho menos, en el lado de China, Rusia o Irán, que mantienen sistemas nacionales de intranet para controlar los contenidos que circulan por sus redes. Pura censura, por supuesto.
Tentaciones fuertes de controlar la red en sus respectivas demarcaciones han surgido también en India, Indonesia o Turquía. Recuérdese que el presidente Erdogan bloqueó Twitter unos días antes de unas importantes elecciones municipales celebradas en diciembre porque por esa red circulaba información sobre su presunta relación con temas de corrupción.
¿Seguridad o privacidad?
Las redes sociales fueron fundamentales en el surgimiento de movimientos ciudadanos como el que desembocó en la primavera árabe, y los gobiernos autocráticos tienen mucho miedo a su enorme poder de convocatoria. Por eso pretenden controlarlos. Pero ese no debería ser el papel de Estados Unidos, y mucho menos a hurtadillas.
El presidente Obama justificó el espionaje alegando que gracias al control de los flujos de información se había logrado desmantelar operaciones terroristas. Después, sin embargo, decidió limitar esa actuación para preservar la intimidad de los ciudadanos y se comprometió a no espiar a mandatarios de otros países, como la propia Rousseff o incluso Angela Merkel.
De todo ello se habla estos días en una conferencia sobre el futuro de Internet que se celebra precisamente en Brasil. Interesante.