El amor es motivo de felicidad, pero también de dolor y esto ha sido durante siglos una fuente inagotable de inspiración artística; sin embargo, desde una perspectiva científica, el amor romántico no es más que una enfermedad transitoria y finita. El enamoramiento dura entre 18 meses y tres años y, en sentido biológico, es una droga para el cerebro. La antropóloga Helen Fisher, quien ha estudiado el amor romántico durante más de 30 años en 170 sociedades, lo define como “una de las sustancias más adictivas de la tierra”.
El primer gran titular del tema reza que podemos enamorarnos de más de una persona al mismo tiempo. Sí. Nuestro imperfecto cerebro cuenta con tres sistemas que no siempre están conectados entre sí. El primero, la lujuria, estaría relacionado con la atracción sexual; el segundo, el amor romántico o enamoramiento, una fase obsesiva y perecedera que coloquialmente identificamos por “las mariposas en el estómago”; y, por último, el apego, que sería el lazo afectivo existente en relaciones largas.
El cerebro de los enamorados presenta altas tasas de dopamina y un bajo nivel de serotonina, entre otras sustancias químicas que hacen de nosotros un coctel de hormonas. Enamorarse conlleva una respuesta similar a una dosis de cocaína e, igualmente, genera síndrome de abstinencia si se produce una ruptura o un desengaño amoroso. “Cuando nos han dejado lo único que queremos es olvidarnos de ese ser humano y seguir con nuestra vida, pero no, le amas más fuerte (…) Y podemos explicar esto en el cerebro. Ese sistema del cerebro, el sistema de recompensa por deseo, por motivación, por ansia, por enfoque, se vuelve más activo cuando no puedes obtener lo que deseas”, explica Fisher.
Así pues ¿es el amor romántico una adicción? La antropóloga entiende que sí, “una feliz dependencia cuando el amor es correspondido y una ansiedad dolorosa, triste y a menudo destructiva cuando eres rechazado, pero el amor romántico es mucho más que un clímax de cocaína. El amor romántico es una obsesión”. Y este es solo uno de los muchos efectos secundarios del amor.
Pérdida de la concentración
Varios estudios han demostrado que el comienzo de una relación romántica, cuando el amor es más apasionado, se caracteriza por un deterioro del control cognitivo. Así, la falta de concentración como la disminución del rendimiento son claros síntomas del recién enamorado.
Sandra Langeslag, psicóloga de la Universidad de San Luis (Misuri, EEUU), usó la Escala de Amor Apasionado (PLS) y el test de Stroop, una prueba recurrida entre psicólogos para medir la atención selectiva, para demostrar la dispersión asociada al enamoramiento. Aquellos con mejores calificaciones en la PLS, obtuvieron peor puntuación en las tareas cognitivas.
En un estudio similar, el profesor Henk van Steenbergen de la Universidad de Leiden concluyó que “cuando se empieza una relación, la mayoría de personas notan que les resulta más complicado mantener la atención en las tareas, ya que emplean una gran proporción de los recursos cognitivos en pensar en su amante«.
Te hace menos sensible al dolor
Si bien aún no se receta “amor” a los enfermos crónicos, éste sí puede considerarse un perfecto analgésico según la ciencia. «Resulta que algunas de las áreas del cerebro que se activan por un sentimiento de amor intenso son las mismas zonas que los medicamentos utilizan para reducir el dolor», explica Arthur Aron, profesor de psicología en la Universidad Stony Brook de Nueva York.
De hecho, Arthur Aron concluyó, a través de su estudio, que cualquier dolor se podía reducir aproximadamente un 44% al mirar la fotografía de la persona amada, provocando en nuestro cuerpo el mismo efecto que un paracetamol. Eso sí, cuando pasa el tiempo y ese amor intenso se convierte en algo más sosegado también pierde sus propiedades curativas.
Provoca sensación de euforia
“Cuando la gente está enamorada, en muchos aspectos no es diferente de lo que reciben cuando toman anfetaminas o estimulantes: están muy entusiasmados, hay pérdida de apetito, pérdida de sueño, están activos y llenos de energía”, señaló la doctora Nora Volkow, directora del Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas.
Así, “cuando te enamoras, puedes sentir una exaltación intensa, al igual que cuando consumes cocaína”, coincide Lucy Brown, profesora de neurología y neurociencia en la Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York.
La culpa la tiene la norepirefrina, un neurotransmisor que induce a la euforia en el cerebro, excitando el cuerpo y dándole un “chute” de adrenalina natural. El corazón tiende a latir más rápido y la presión arterial se eleva. Por ello podemos sentir que el corazón “se nos sale del pecho”, nos sudan las manos o nos ruborizamos en las primeras etapas del enamoramiento.
Nos “ciega”
El enamoramiento provoca un descenso de la actividad en el córtex frontal, la región del cerebro que participa en la experiencia de emociones negativas y en la formación del juicio. La neurobióloga Mara Dierssen explica que “cuando nos enamoramos perdemos la capacidad de criticar a nuestra pareja» por lo que parece que el famoso dicho popular tenía razón: “el amor es ciego”.
La inexistencia de defectos a nuestros ojos, así como la liberación de serotonina asociada al pensamiento obsesivo y la hormona de la vasopresina, conocida como “la sustancia química de la monogamia”, nos inducen , no solo a un estado de “ceguera” pasajera, sino que también nos vuelven fieles.
Hace que camines más lento o tu voz se vuelva más aguda
Varias investigaciones han confirmado que los hombres adaptan su ritmo al andar para equipararlo al de su pareja sentimental (si esta es mujer), ya que de media los hombres caminan a mayor velocidad que las mujeres. La universidad Seattle Pacific concluyó que los hombres podrían disminuir hasta un 7% su velocidad de paseo al ir acompañados de su novia o mujer, y no si caminaban junto a una amiga, donde ambos buscarían adecuar la velocidad a la del otro.
Por su parte, las mujeres adoptan un tono de voz más agudo al habitual cuando se encuentran ante una persona que consideran atractiva. Incluso, cuando mantienen una relación de pareja, los estudios demuestran que ambos enamorados tienden a imitar el tono del otro como una forma de sentirse parte de lo mismo.