“Un supercontagiador tendría un efecto comparable con el de prender fuego a un monte seco usando sustancias acelerantes como la gasolina”. Así definen los investigadores del IDIS Antonio Salas y Federico Martinón como las variantes del SARS- CoV-2 necesitan de la acción de eventos de supercontagio para lograr éxito epidemiológico, pues son estos, en gran medida, la verdadera “gasolina” con la que “el incendio está garantizado”. El triunfo de una variante depende en gran medida “de esta fuerza motriz” porque, según explican, “un solo evento de supercontagio puede causar un daño regional terrible al hacer crecer los contagios de manera exponencial, iniciando en muy poco tiempo brotes repentinos que son difíciles de controlar al perderse la posibilidad de trazar las transmisiones”. Según los autores, los supercontagiadores actúan de manera independiente a la variante del virus, se trata de un fenómeno universal y que estuvo moviendo la pandemia de forma permanente.
Los investigadores del IDIS llegaron a esta conclusión tras analizar más de 1,4 millones de secuencias del virus de acceso público producidas por miles de laboratorios de genética y microbiología en todo el mundo. El grupo de Salas y Martinón comenzó a trabajar en esta línea en los comienzos de la pandemia y desde entonces fue acercando evidencias sobre la dinámica del virus y la COVID-19 que fueron publicadas en revistas internacionales como las que ahora acaban de ver la luz en Trends in Genetics. Ya en marzo de 2020, estos investigadores propusieron que los supercontagiadores eran los grandes motores de la pandemia. Desde entonces, surgieron numerosos estudios de otros grupos de investigación que defienden la misma hipótesis.
Comportamiento social
Además, este nuevo trabajo introduce dudas sobre la manera en la que se mide la capacidad infecciosa del virus. Salas indica que “existen evidencias razonables que nos permiten concluir que variantes de riesgo tan populares como alpha y delta [técnicamente B1.1.7 y B1.617.2] difícilmente podrían tener el éxito poblacional que tuvieron si no fueran catapultadas por el efecto catalizador de los eventos de supercontagio”. Este hecho, continúa Salas, es importante por dos motivos principales: “por una parte, significaría que el cálculo de la capacidad infecciosa de las variantes del virus podría estar sobreestimada; y, por la otra, porque trasladaría la carga de la responsabilidad de la pandemia al comportamiento social, y no tanto a las variantes del virus”. A favor de esta hipótesis apunta la observación de que todas las olas importantes en los distintos países del mundo surgieron después de momentos de gran relajación de las restricciones y confinamientos, tales como épocas festivas, vacaciones de verano, grandes eventos deportivos, o manifestaciones de diversa índole. Todas ellas, subrayan los investigadores, se vieron atenuadas cuando se recuperaron las medidas restrictivas.
El artículo defiende además que los eventos de supercontagio necesitan de la intervención de personas supercontagiadoras, porque este modo de transmisión deja una huella en los genomas de los virus que no se podría explicar sin su intervención. Este aspecto es importante porque apuntaría a que no es solo el ambiente lo que determina el éxito de un supercontagio, sino también la facilidad que tienen algunas personas de transmitir el virus a otras.
A este respeto, Martinón, también jefe de Servicio de Pediatría del Área Sanitaria de Santiago de Compostela, indica que “los niños no parece que sean los supercontagiadores”. “Hace unos meses en alguna publicación se sugerían algunos factores de riesgo que podrían favorecer que una persona fuera supercontagiadora, entre los que se encuentra la edad y la obesidad, pero es difícil identificar a priori al supercontagiador”, matiza. “Como no podemos intervenir selectivamente sobre los supercontagiadores, es necesario realizar medidas generales”, concluye.
Variantes desde el principio
Los autores también reflexionan sobre la tasa de cambio del genoma del virus. Salas afirma que “existieron muchas variantes preocupantes desde el inicio de la pandemia” y no solo en la actualidad. De hecho, mientras muchos especialistas “se acogían al discurso de que el SARS- CoV-2 mutaba muy poco, nosotros informábamos de que el coronavirus tenía una capacidad de cambio ligeramente inferior pero comparable con otros virus RNA (como el de la gripe y el VIH) cuando se ponderaba por el tamaño de sus genomas”. Salas añade que solamente a finales del pasado diciembre el discurso de las variantes empezó a tomar forma en los medios, “a pesar de que la importancia de una variante es siempre relativa y, en el algoritmo de la pandemia, el contexto social en el que surge es fundamental”. Tal y como afirma el profesor de la Facultad de Medicina, “si una variante emerge en un momento de restricciones, probablemente no llegue a tener éxito”.
El trabajo cuestiona las interpretaciones y mensajes catastrofistas que frecuentemente acompañan la aparición de estas mutaciones. “A menudo las interpretaciones son excesivamente prematuras y crean una alarma social innecesaria basada en una buena dosis de incertidumbre, en datos insuficientes y especulaciones científicas aún inmaduras”, dice Salas. Los autores defienden que muchas de esas mutaciones potencialmente peligrosas surgieron mucho antes de la aparición de los brotes por los que se hicieron famosos, pero que en su momento no causaron ningún daño o en algunos casos fue un daño autolimitado y anecdótico, consistente en brotes que no llegaron a tener una mayor repercusión.
De ahí que el nuevo estudio defiende que esas variantes por sí solas no tendrían éxito epidemiológico de no ser catalizadas por el comportamiento social. Según Salas, “por poner un ejemplo, que una variante del virus tenga muchas mutaciones no-sinónimas en la proteína que codifica para lo famoso gen de la espícula, no tiene porqué atribuirle una mayor capacidad de infección; existen en las bases de datos actuales muchos genomas del virus con muchas más mutaciones que las variantes alpha y delta y con características aparentemente similares, y que no demostraron ser epidemiológicamente relevantes”.
Los autores indican que algunos especialistas pudieron confundir distintas maneras para medir la tasa de cambio del genoma de un patógeno: en ocasiones, se mide por unidad de tiempo y en otras por ciclo de replicación del virus. Con todo, para interpretar el impacto epidemiológico, la primera, la tasa de cambio en el tiempo, “es la que ilumina el panorama epidemiológico porque es la que permite valorar las variantes que circularán en la población a lo largo del tiempo”, añade Salas. Sin embargo, los autores advierten de que el virus tiene una capacidad de cambio importante y que, aunque para ellos el aspecto social ha jugado un rol fundamental en su dispersión, es posible que el peso de la pandemia en el futuro recaiga más en el patógeno; sobre todo, se surgen variantes que escapen en mayor o menor medida al efecto protector de las vacunas.
El jefe de Servicio de Pediatría del Área Sanitaria de Santiago de Compostela, Federico Martinón indica “que mismo en la presencia de nuevas variantes capaces de evadir la respuesta previa al virus o a la vacuna, es poco probable que volvamos al punto inicial, ya que nuestro organismo aprendió ya muchas cosas del virus”.
Además de Salas y Martinón, los miembros del grupo que formaron parte de este proyecto son Alberto Gómez Carballa, biólogo y genetista; Xabier Bello Paderne, programador informático; y Jacobo Pardo Seco, matemático. Esta línea de investigación, financiada tanto con fondos europeos como gallegos a través de la Agencia de Conocimiento en Salud (ACIS) y de la Agencia Gallega de Innovación (GAIN), sitúa al grupo gallego en la vanguardia de la investigación de esta patología. “La investigación competitiva no se improvisa” indican los investigadores del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela (IDIS). “Pudimos ir más rápido gracias a la utilización de las líneas de trabajo ya consolidadas y, sobre todo, de un equipo humano interdisciplinario” que lleva trabajando desde hace muchos años en este ámbito.