¿Qué es Vistalegre II?
Lo llaman asamblea ciudadana, pero es el equivalente a cualquier otro congreso de cualquier otro partido. Pablo Iglesias lo agendó en su calendario estratégico una vez que el PP ya había puesto fecha al suyo y decidió competir con los populares el mismo fin de semana: «Así se pueden comparar dos proyectos de país completamente distintos». Y vaya si lo ha logrado. Los del PP llegan a la cita sin chistar y se limitarán a aclamar a su líder. Es lo que tiene el poder: funciona como argamasa que anula la disidencia interna. Podemos llega a Vistalegre inmerso en una batalla descarnada que deberá dirimir qué proyecto ofrece a los españoles y quien lo va a liderar, pues ambos asuntos llegan con desenlace incierto.
¿Por qué ahora?
La cita del PP llega con años de retraso, asumido por todos dentro del partido. La de Podemos no corría prisa siquiera, pues no han transcurrido los tres años que sus estatutos establecen como período entre congresos. Había tiempo de celebrarlo hasta noviembre, pero Pablo Iglesias, con el consentimiento de la dirección (en Podemos lo llaman Consejo Ciudadano) decidió adelantar el proceso para intentar zanjar las divisiones que viene agrietando a la formación desde las elecciones de diciembre de 2015, cuando cinco millones de españoles colocaron a la formación como la tercera fuerza política de España en apenas un puñado de meses. Un éxito agridulce, pues frustró el objetivo de colocar al PSOE en una situación en la que tuviera que elegir. La fecha, en palabras de Errejón, fue “un parteaguas en la historia de Podemos”.
¿Constitución o refundación?
El éxito de una ‘máquina de guerra electoral’ debía redirigirse hacia una organización política de amplia base en las instituciones. Y aquí comenzaron a surgir los conflictos. ¿Había que abstenerse ante Sánchez y su pacto con Rivera para librar a España de Rajoy? ¿Había que pactar con IU para sumar aun a costa de perder transversalidad? Disyuntivas como éstas partieron Podemos en dos facciones. Y cada una comenzó a definir su modelo de partido y su estrategia de futuro. Por eso desde el entorno de Iglesias define Vistalegre como un congreso de refundación, mientras los ‘errejonistas’ lo equiparan a un congreso constituyente.
¿Quiénes se enfrentan?
Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Cada uno con equipo y proyecto distintos. El secretario general llega a la cita sin ninguno de los que le acompañaron en la icónica foto de Vistalegre 1. Carolina Bescansa se ha echado a un lado tras firmar una carta en la que acusa a ambos de haber puesto sus intereses personales por encima de la necesidad de pacto y acuerdo. Luis Alegre se ha despachado con un artículo acusando a los ‘pablistas’ de “camarilla de conspiradores”. A Iglesias le queda el respaldo espiritual de Juan Carlos Monedero, fundador del partido, pero retirado de la organización desde que saliera a la luz su vinculación profesional y financiera con el régimen chavista y los problemas consiguientes con el fisco por unas cantidades no declaradas.
Junto a ‘pablistas’ y ‘errejonistas’ compiten los Anticapitalistas de Teresa Rodríguez y Miguel Urbán. Están más próximos a los segundos en cuanto al modelo de partido descentralizado que propugnan para evitar el hiperliderazgo de Iglesias, pero su izquierdismo decimonónico y su carácter combativo, refractario al pacto político, les acerca al secretario general.
¿Por qué lo hacen?
Porque Iglesias y Errejón, estando de acuerdo en el qué, no han sido capaces de pactar el cómo. El secretario general y su número dos quieren lo mismo para España: romper el orden constitucional heredado de la Transición (lo consideran cimentado en el miedo y no en la reconciliación nacional), trasladar el sujeto de la soberanía nacional del conjunto del pueblo español a cada uno de los territorios y consagrar toda clase de ‘derechos sociales’ sin otro plan financiero detrás que no sea el de acabar con las políticas de austeridad y quitar a unos pocos lo que pertenece a todos.
Coinciden en los objetivos, pero Iglesias y Errejón han sido incapaces de ponerse de acuerdo en la estrategia que debe tener Podemos para alcanzarlos. El número dos quiere una organización interna más abierta, un secretario general con menos poderes y un proyecto político no encasillado en la izquierda folclórica. Iglesias ha convertido al comunista Alberto Garzón y su IU en aliado preferente y no renuncia a perder protagonismo en la agitación de la calle.
Errejón ha presentado un proyecto abierto al posibilismo (“Hay que atreverse a gobernar, no es el momento de dudas, repliegues o complejos, sabiendo que esto siempre se hace en condiciones no elegidas, nunca idóneas), donde el parlamento es una oportunidad; Iglesias defiende en el suyo menos ‘políticos’ y más activistas para la formación de un “bloque popular” con el que “la gente puede vencer a las élites y sus representantes”, para lo que el parlamento no es más que otro plató de televisión.
Iglesias y Errejón quieren conquistar la misma plaza pública, pero mientras el primero opta por el asedio extramuros hasta rendir la ciudadela, el segundo prefiere llegar escondido en un Caballo de Troya al que el propio sistema le abra las puertas.
¿Quién será el líder?
Podemos tiene una votación exclusiva para la elección del secretario general. Iglesias ha presentado su candidatura; Errejón, no. Pese a defender proyectos organizativos y políticos distintos, el todavía secretario Político no cuestiona el liderazgo de Iglesias. Sin embargo, éste asegura por activa y por pasiva que sólo encabezará el partido si en Vistalegre 2 triunfa su programa: «Creo que alguien no puede estar al frente de una formación política si sus ideas y su equipo son minoritarios».
Errejón reconoce el tirón que tiene Iglesias como cartel electoral (hasta el punto de ilustra su campaña con una gran foto de los dos juntos, algo que irrita sobremanera a los ‘pablistas’), pero puede disputarle a su jefe la victoria en el debate de cómo debe organizarse Podemos y qué estrategia política debe desarrollar. Se demostró con el triunfo pírrico de Iglesias en la consulta sobre las reglas de Vistalegre 2, la primera en la que Errejón compitió de forma abierta con su secretario general.
¿Qué pasará después?
Con independencia de quién se imponga finalmente, resulta evidente que lo hará sin amplios márgenes por lo que el partido deberá afrontar la reconciliación o la ruptura. El proyecto vencedor estará obligado a integrar al resto de las corrientes después de unos meses de auténtica guerra civil, con cartas abiertas denunciando la falta de voluntad de consenso, artículos contra la “camarilla de conspiradores”, reproches personales, tuits críticos, recriminaciones públicas, acusaciones de purgas, atribuciones de comportamientos franquistas, desafíos, chantajes velados y expresos, amenazas de “ándate con ojito”, oferta de cargos futuribles…
Pablo Iglesias no se ha mordido la lengua y, con ese lenguaje de ecos del pasado que le caracteriza, ha anunciado que habrá que “extirpar” las “dinámicas” según las cuales, “alguien se enfada y escribe un artículo en prensa para convertirse en titular y para que todo el país hable de ti”. Vamos, que Luis Alegre, cofundador de Podemos, y otros como él, tienen los días contados si gana el secretario general. El profesor Carlos Fernández de Liria, ideólogo de Podemos muy ligado en su día a Iglesias, ha denunciado por escrito que la guardia pretoriana del secretario general se comporta como antaño hacían los comunistas: eliminando al disidente.
En este ambiente hostil, el errejonista Santiago Alba Rico ha visualizado el futuro en otro artículo de conclusiones demoledoras. «Vamos a llegar divididos y acabar divididos; casi todos, incluso aquellos cuya lista gane, saldremos ceñudos, malhumorados, desilusionados. Eso no tiene remedio y de nada vale engañarse. La única sorpresa que podemos dar, el único éxito ya posible no es que nos abracemos, nos reconciliemos, pactemos: es que no nos matemos».