Los egipcios están llamados mañana a votar en unas elecciones presidenciales que durarán tres días, en las que el mandatario Abdelfatah al Sisi parte como indiscutible favorito frente a un único rival, el desconocido Musa Mustafa Musa.
Tras una tediosa campaña electoral marcada por la omnipresencia de carteles electorales de Al Sisi, la ausencia de mítines políticos de los candidatos y por el boicot de la oposición, la única pregunta que muchos se hacen es el porcentaje que alcanzará la participación.
Aunque desde algunas instancias oficiales como el Consejo Supremo para la Regulación de los Medios se espera que vote un 60 % de los casi 60 millones de egipcios convocados a las urnas, como ha dicho recientemente su presidente, Makram Mohamed Ahmad, -lo que supondría casi un récord en la historia reciente del país-, los analistas consideran que el porcentaje será mucho menor.
«A pesar de que no hay una lucha competitiva entre Al Sisi y Musa Mustafa Musa, iremos a votar en las elecciones para afrontar los retos a los que se enfrenta nuestro país. Saldré a votar, no porque Al Sisi tenga competidor sino para evitar que Egipto vuelva a la situación que estaba y por respeto a los mártires», reconoció Ahmad en unas declaraciones recogidas recientemente por varios medios egipcios.
Sin embargo, para el investigador del Instituto Tahrir para Oriente Medio, Timothy E. Kaldas, estas elecciones no han despertado el interés de los egipcios, por un lado porque la popularidad de Al Sisi ha menguado y muchos las consideran una «farsa», y porque incluso los seguidores de Al Sisi saben que van a ganar y no tienen incentivos para acudir a las urnas.
Las votaciones contarán con la supervisión de nueve organizaciones árabes e internacionales y medio centenar de ONG locales, así como de la Liga Árabe y de la Unión Africana, que confirmó la semana pasada que enviará 40 observadores para cubrir los tres días de votación (del 26 al 28 de marzo).
Los egipcios en el extranjero ya ejercieron su derecho al voto entre los pasados 16 y 18 de marzo.
Aunque se desconoce la participación en el extranjero, los medios nacionales cubrieron con profusión los tres días de votación, difundiendo fotos de votantes portando banderas de Egipto y exaltando el compromiso patriótico de quienes se acercaron a los consulados egipcios a depositar sus papeletas.
Frente al entusiasmo institucional y oficialista, el pasado 30 de enero ocho partidos opositores y 150 personalidades hicieron una llamada al boicot por considerar que «no hay garantías ni candidatos ni libertades, por lo cual no hay elecciones», dijo entonces el excandidato presidencial y líder del partido Al Karama, Hamdin Sabahi, que acusó también a las autoridades egipcias de realizar una «farsa llamada elecciones».
Tomaron esta posición después de que su principal candidato, el activista Jaled Ali decidiera retirarse de la campaña, de que el ex primer ministro Ahmed Shafiq renunciara a presentarse tras haber anunciado su intención de concurrir y de que el también aspirante Sami Anán, ex jefe del Estado Mayor, fuera detenido por supuestas irregularidades en su candidatura.
Por otra parte, un grupo de catorce ONG internacionales, entre las que se encontraba Human Rights Watch y Reporteros Sin Fronteras, también calificó las elecciones, el pasado 13 de febrero, de «farsa» y denunció que se celebraban en medio «de la peor crisis de derechos humanos del país en décadas».
Al Sisi, que ha gobernado Egipto con puño de hierro los pasados cuatro años, celebró el cierre de la campaña electoral el día 23 con una visita a una de las bases militares del norte del Sinaí, donde el Ejército se enfrenta a la filial egipcia del grupo terrorista Estado Islámico, para recordar uno de los ejes de su política, la lucha contra el terrorismo o «las fuerzas del mal», como a él le gusta decir.
Durante la campaña se ha registrado un único atentado ocurrido este sábado en la ciudad de Alejandría y que estuvo dirigido contra el director de la Policía de esa ciudad, que salió ileso, aunque fallecieron el chófer de uno de los coches del convoy en el que viajaba y un agente.