El partido de ultraderecha Jobbik (Movimiento por una Hungría Mejor), uno de los más radicales de Europa, se consolida en Hungría gracias a los resultados de las últimas elecciones parlamentarias que se han celebrado este domingo. La formación extremista ha visto un aumento en su apoyo de 3,5 puntos con respecto a los datos de 2010, cuando entró en el Parlamento con el 17% de los votos.
Con un programa político centrado en la estigmatización de las minorías gitana y judía y unos líderes que han sido acusados de antisemitismo, el Jobbik ha obtenido un 20,54% de los votos, situándose como tercera fuerza política del país, sólo detrás del Fidesz (Unión Cívica Húngara), el partido conservador del primer ministro Viktor Orbán y vencedor, una vez más, en los comicios, y de la Unidad, la alianza de izquierda.
El Jobbik ha alcanzado niveles de extremismo que incluso otros partidos de extrema derecha europeos, como el Frente Nacional de Marine Le Pen o el Partido de la Libertad de Austria lo han criticado.
A pesar de que el partido conservador Fidesz ha estado nadando en sus aguas gracias a un despliegue de medidas y prácticas nacionalistas y populistas y así como apelando a los valores cristianos, el Jobbik ha avanzado significativamente. Aunque según las encuestas, hace seis meses se consideraba que la ultraderecha estaba «cayendo en picado», en sólo dos meses «casi ha duplicado el número de apoyos», según el experto Zoltán Miklosi.
La decepción de Fidesz
Por otro lado, según la analista Kornelia Mgyar, del Instituto Progressiv, Jobbik ha obtenido esta victoria porque ha sabido aprovechar la decepción causada por el Fidesz, cuyo apoyo se ha desgastado desde 2010, pasando del entonces 52,7% hasta el actual 44,5%. Asimismo, el Jobbik también ha sabido captar a gran parte de os electores con deseos de protesta, «claramente ligado al fracaso de la izquierda», según explica Aron Hidvegi en el diario »Szazadveg», cercano a la postura del Gobierno.
Mgyar, por su parte, sostiene que la ultraderecha ha sabido sacar partido a las tensiones con la minoría gitana en el noreste de país, dado que las «soluciones que ofrecía la izquierda no sedujeron» al electorado, algo que sí ha conseguido la extrema derecha.
Un tercer elemento que podría explicar el progreso nacional de la ultraderecha es que ha sabido pulir su imagen desde el último año. La campaña electoral de 2010, triste y con un predominante color gris, ha cambiado para enfocarse en las sonrisas de los jóvenes candidatos rodeados de flores blancas. En el mismo sentido, el lema d entonces, »Usted no puede detener el futuro», ha dado paso a uno más populista: »Hungría para los húngaros».
Este año no sólo ha confirmado su poderío llegando incluso a obtener el 30% de los votos en algunas circunscripciones, sino que ha mejorado su percepción en muchos lugares, salvo en la capital, Budapest.
Porgrama xenófobo
No obstante, el programa del partido ha seguido la misma línea y no ha dudado en seguir estigmatizando a la comunidad gitana húngara, la más importante de Europa, que supone un 10% de la población del país.
El partido de extrema derecha húngaro ha instado en repetidas ocasiones a la implantación de categorías de delitos «cometidos habitualmente» por minorías étnicas y se ha comprometido a establecer centros de detenciones especialis para «gitanos desviados». Asimismo, Gabor Vona, líder del partido, aboga por la creación de una «gendarmería rural» al estilo de la Guardia Húngara, una milicia que se estableció en 2007 y que organizaba marchas de intimidación en los barrios gitanos, prohibida dos años después.