Cientos de desplazados internos en Irak que están volviendo a sus casas en los alrededores de Mosul corren grave peligro debido a la gran cantidad de minas antipersona y bombas trampa que los milicianos yihadistas han dejado tras de sí al retirarse, causando cientos de heridos y varias decenas de fallecidos.
Jerd Selim pisa cautelosamente el suelo de su casa, cubierto de escombros, con la esperanza de que no haya ninguna mina antipersona escondida en su antiguo hogar. Él y su familia están deseando volver a instalarse, especialmente después de pasar dos años viviendo en tiendas de campaña, pero están aterrorizados ante la posibilidad de que los milicianos yihadistas, antes de retirarse de su pueblo, hayan puesto algún artefacto explosivo en su casa.
Sus sospechas no son infundadas. Tan sólo dos días antes, unos vecinos suyos volvieron a casa después de huir por temor al Estado Islámico hace dos años. Perdieron la vida a causa de una mina antipersona que los milicianos habían puesto en la entrada de su vivienda.
Sin trabajo
«Esto ahora es muy peligroso. Hay que retirar todos los explosivos de esta ciudad, incluso antes de retirar los escombros, y por supuesto, mucho antes de venir a vivir», explica Selim. «Pero tampoco podemos esperar mucho más. Hemos estado pagando el alquiler para vivir fuera de casa y yo no he encontrado ningún trabajo. Nos estamos quedando sin dinero y necesitamos volver a casa«, ha añadido.
Cada vez son más los iraquíes que deciden volver a sus casas después de que en 2014, se vieron forzados a huir ante el avance del Estado Islámico. Ahora, gracias a que el Ejército iraquí ha recuperado la gran mayoría de las localidades que rodean Mosul, cientos de civiles han optado por volver a casa tras dos años siendo desplazados internos.
No obstante, en su desesperación por volver a casa, muchos civiles han muerto o han resultado heridos por las minas y las bombas trampa que han colocado los milicianos antes de retirarse hacia Mosul. De los pocos edificios que todavía quedan de pie en Bashiqa, que fue tomada de las manos del Estado Islámico por las fuerzas kurdas con apoyo aéreo de Estados Unidos, casi todos tienen escrito con pintura «Peligro: Dinamita TNT».
No son sólo los edificios los que están llenos de minas y explosivos artesanos, sino que, de acuerdo con los expertos en desactivación de explosivos que están trabajando en la zona, los milicianos han colocado minas en un diámetro de hasta diez kilómetros alrededor de Bashiqa.
Caminos sin bombas
En una pequeña localidad del aérea de Jazer, en el sureste de Mosul, decenas de estacas pintadas de color amarillo, clavadas en el suelo, señalan los lugares donde los desminadores han retirado minas y bombas trampa. El camino que marcan las estacas lleva directamente a una de las escuelas locales.
«El Estado Islámico decidió colocar una especie de campo de minas defensivo, pero la mayor parte de los explosivos que pusieron los milicianos están en las casas y sus alrededores», explica Salam Mohammed, que trabaja con la organización Mines Advisory Group (MAG), dedicada a la remoción de explosivos en la zona. «También han puesto trampas en casi todas las casas para cuando la gente intente volver», apunta.
Hasta la fecha, el equipo de MAG para el que trabaja Mohammed ha encontrado más de 350 artefactos explosivos sólo en la localidad de Jazer. Los trabajos de remoción de las minas en ciudades más grandes como Bashiqa acaban de empezar.
Diseñadas para matar
Las minas antipersona que los milicianos han colocado, en su mayoría producidas por el propio Estado Islámico, son grandes cilindros metálicos de unos 35 kilos de peso. La única función de estos artefactos es, según señala Mohammed, matar, no herir. De los 25 civiles que han tenido incidentes con este tipo de explosivos en el área de Jazer en las últimas semanas, 16 han perdido la vida.
Mohammed se para en un agujero que hay a un lado de la carretera. Hace una semana un civil que había vuelto a su casa pisó la mina que había antes. «Le descuartizó en tres trozos. Esto de aquí es su bota», dice, mientras señala una bota negra de montaña que hay al lado del cráter.
No obstante, a pesar del peligro que supone volver a estas localidades a causa de los artefactos explosivos, muchos civiles optan por regresar. «Sabíamos que esta zona estaba minada cuando volvimos. Pero llevamos alquilando una casa en Jabat durante dos años y no tenemos más dinero«, cuenta Hamid Zorab, un agricultor de 73 años. «No teníamos elección», añade.
La familia de Zorab ha pagado un alto coste por volver a su hogar. El hijo de Zorab perdió la vida hace varias semanas al detonar una trampa explosiva muy cerca de su casa.
Rudimentarios pero sensibles
Los trabajadores de los equipos de remoción de minas están trabajando tan rápido como pueden para hacer que las zonas recuperadas de las manos del Estado Islámico puedan volver a ser seguras para los civiles tan pronto como sea posible. Sin embargo, no saben cuánto tiempo les puede llevar. Según explica Mohammed, cada día descubren nuevas bombas. Él y su equipo aconsejan a las familias que se mantengan lo más alejadas posibles de la zona. Sus advertencias no siempre funcionan.
Este tipo de artefactos, a pesar de ser bastante rudimentarios, son extremadamente sensibles. Pueden activarse con la fuerza de la pisada de un niño pequeño. La explosión puede destrozar por completo un vehículo.
Con la esperanza de poder prevenir nuevas muertes, los trabajadores de MAG están dando clases en las escuelas en las que enseñan a los niños a reconocer minas antipersonas y bombas trampa, que pueden tomar prácticamente cualquier forma: pueden estar dentro de un frigorífico, un juguete, un trozo de tubería en la calle… Jalili Jobyar, que hace poco volvió a Bashika con su familia, mira a su hijo mientras este atiende en clase. «Los niños son ahora expertos en explosivos», dice.