Conocer el país más hermético del mundo, experimentar en primera persona la vida en un país comunista y disfrutar de la visión que el régimen quiere mostrar a los extranjeros son los motivos que empujan, cada año a más turistas, a disfrutar de sus vacaciones en la jaula de Kim Jong Un. Cada año más extranjeros eligen Corea del Norte como destino vacacional, una opción nada barata que ronda los 1.400 euros –la opción más barata- pero que puede alcanzar hasta los 1.949 euros.
Entrar en el país norcoreano no es difícil. Moverse libremente es imposible. “No está permitido visitar la ciudad por tu cuenta”, explica a www.teinteresa.es, un hombre de negocios -que prefiere no decir su nombre- que viajó al país entre el 23 y 28 de mayo de 2013 para participar en un torneo de Golf. “Durante todo el día estuvimos acompañados por dos personas que nos enseñaron lo que el régimen quiere mostrar”, asegura.
Los turistas tienen planeada su estancia en el país “al milímetro”. A las siete de la mañana reciben una llamada de teléfono que les despierta. Posteriormente, suben en el autobús y empieza el itinerario que ha sido contratado antes de su llegada a República Popular China. Los guías locales, que les acompaña en todo momento, son sus interlocutores y también son los encargados de informar si en algún momento no pueden tomar fotos. “Fue imposible hablar con norcoreanos, no nos lo permitieron”, señala. “Llegábamos al hotel por la tarde y ya no podíamos salir,” recuerda. En los pocos hoteles que hay en la capital solo se alojan extranjeros y es donde pueden disfrutar de las actividades lúdicas que les permite el régimen: casino, karaoke y bolos.
A su juicio, los norcoreanos viven en una burbuja, sin información sobre el exterior. “No conocen nada del exterior ni tienen curiosidad por lo que sucede fuera de sus fronteras. No saben dónde están Singapur ni Indonesia, ni probablemente sepan donde está España. Solo conocen China y EEUU y piensan que la Guerra Fría aún no ha terminado”, insiste.
Hay una paranoia por parte del régimen para mostrar lo que quiere y cualquier salida del guión puede desencadenar en una mala experiencia como le ocurrió a este empresario. “El último día en el país, le pregunté al guía si alguna vez pensó en escapar del país. Algo inapropiado porque cuando me dirigía abandonar el país me detuvieron durante una hora”, recuerda.
Viajar a Corea del Norte es una experiencia extravagante que se realiza bajo controles estrictos. James Finnerty, de 26 años, es un turista aventurero que se encuentra recorriendo la distancia que separa Londres de Shanghái en bicicleta. Visitó Corea del Norte de en Febrero de 2012. Recuerda, tal y como avisan las agencias oficiales de viaje, que no pudo acceder al país con su propio teléfono móvil. Tampoco conectarse a internet ni introducir otros dispositivos con GPS.
“Cuando los guías hablan de Kim il Sung o Kim Jong il es sorprende la emoción que trasmiten y también cómo cambian datos históricos, insiste a www.teinteresa.es. “En Corea del Norte no se dice nada malo sobre los líderes o antiguos líderes”, asegura.
John Kim, de 51 años, trabaja en sistemas para una empresa norteamericana. Aunque nació en Corea del Sur se mudó a EEUU con cuatro años. Viajó a Corea del Norte para conocer en primera persona la vida en Corea del Norte. Insiste a www.teinteresa.es en que es realmente difícil entrar en contacto con los locales ya que “solo un pocos hablan inglés”.
No obstante, con aquellos que pudo intercambiar alguna palabra, comprendió que no hablaban en los mismos términos. “No puedes mantener una conversación sobre libertad o derechos humanos con personas que no han visto, ni experimentado nunca esos derechos”, señala.
Los turistas extranjeros encuentran al llegar una ciudad arreglada, sin signos de pobreza ni escasez de alimento. Es más, el turista está bien alimentado y disfruta de una especie de rango de estado, con hoteles y hospitales especiales para extranjeros.
Las visitas a museos, monumentos y otros atractivos turísticos están milimétricamente organizadas. La mayoría de los tours occidentales incluyen el arco del triunfo más grande del mundo, las estatuas gigantes del eterno presidente Kim Il-sung y su hijo Kim Jong-il, y el palacio convertido en mausoleo donde descansan los restos de ambos. Algunas visitas incluyen una parada en la frontera desmilitarizada entre el norte y sur, un lugar fuertemente vigilado. Los turistas llegan a Pyongyang por tren o avión desde Pekín, no obstante los turistas norteamericanos solo pueden hacerlo vía aérea.