Las canas y el ceño fruncido aparecen en muchos de los presidentes de Estados Unidos poco después de asumir sus funciones, pero un estudio divulgado el martes señala que, a pesar de lo que muchos podrían pensar, la mayoría vive más que el resto de ciudadanos de a pie.
«El estudio no encontró pruebas de que los presidentes de Estados Unidos mueran antes, en promedio, que otros ciudadanos estadounidenses», señaló el demógrafo Stuart Jay Olshansky, de la Universidad de Illinois en Chicago (norte).
Su investigación, publicada en la revista Journal of the American Medical Association, no incluye a los cuatro mandatarios que fueron asesinados: Abraham Lincoln, John F. Kennedy, James Garfield y William McKinley.
«De los 34 presidentes fallecidos que murieron por causas naturales, 23 vivieron más de lo esperado con envejecimiento acelerado, con una edad media de defunción de 78 años, mientras que la edad promedio de muerte (con envejecimiento acelerado) es de 67 años», escribió Olshansky.
El envejecimiento acelerado significa que por cada día que un presidente pasó en el cargo, su vida se acortó dos días. Sin embargo, la mayoría de los mandatarios estadounidenses vivieron un promedio de 11 años más de lo que cabría esperar si envejecieran el doble de rápido en el cargo.
Olshansky halló que la esperanza de vida media de los 34 presidentes fallecidos era de 73 años, no muy diferente a la vida promedio de los hombres de su tiempo, de 73,3 años.
De los 11 presidentes que murieron más jóvenes de lo esperado, su media de vida fue de 62,1 años, sólo unos cinco años por debajo del ciudadano común y corriente para esos períodos.
La brecha en esperanza de vida entre mandatarios y ciudadanos comunes fue más pronunciada entre los primeros ocho presidentes, desde George Washington en 1789 a Martin Van Buren, que asumió el cargo en 1841.
El promedio de vida de estos primeros ocho presidentes fue de 79,8 años, mientras que la esperanza de vida de otros hombres en ese momento era de menos de 40 años.
«Sabemos que el nivel socioeconómico tiene un fuerte efecto sobre la longevidad ahora, y es probable que haya sido un factor en el pasado», dijo Olshansky, y señaló que todos menos 10 de los presidentes estadounidenses eran universitarios y ricos y tenían acceso a buena atención de salud.
«No nos morimos por las canas y las arrugas», dijo Olshansky, quien se interesó en el tema después de ver una oleada de informes de los medios de comunicación a principios de este año sobre la rapidez con que el presidente Barack Obama, que ahora tiene 50 años, parecía estar envejeciendo.
«Lo que estamos viendo en el presidente Obama en realidad no es diferente a lo que ocurre en cualquier otro hombre de su edad en Estados Unidos o en otros lugares».