“He sido testigo, y estas fotos son mi testimonio. Los acontecimientos que he grabado ni deben ser olvidados, ni deben repetirse”. Son las primeras palabras que podemos leer en la web oficial del fotógrafo por excelencia James Nachtwey.
El fotoperiodista vivo más reconocido del mundo vive en Nueva York, tiene 67 años, pelo blanco, mirada serena y casi siempre viste con camisa blanca y tejanos. Ha ganado los premios más prestigiosos de fotografía, ha recorrido el mundo de guerra en guerra y de conflicto en conflicto, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Líbano, Israel, Gaza, Afganistán, Ruanda, Kosovo, Rumania, entre otros países.
El último de los premios con el que ha sido galardonado es el Premio Luka Brajnovic, que otorga la Universidad de Navarra. Durante casi dos horas James Nachtwey ha mostrado y relatado parte su obra en los más de 30 años como reportero o fotógrafo de guerra, como se les llamaba cuando comenzó.
Su primer trabajo como fotógrafo fue el conflicto del IRA, en Irlanda del Norte en 1981 y la guerra que le hubiese gustado cubrir fue la de Vietnam.
Nachtwey señala que el miedo lógico que siente un profesional para contar las guerras y la violación de los derechos humanos sobre el terreno, se supera asumiendo “el sentido de misión del periodista, que hace que el miedo se convierta en responsabilidad social”.
Considera el Museo del Prado como parte de su inspiración de su carrera profesional, ve a Goya como referente del fotoperiodismo de Guerra al contemplar su obra, opina que “Goya es el patriarca del fotoperiodismo de guerra, aunque en su época no existiera la fotografía”.
James Nachtwey ha visto el infierno y ha sobrevivido para poder fotografiarlo, reconoce que el trabajo de los fotoperiodistas sirve y, durante su exposición, ha asegurado que el trabajo realizado por parte de estos profesionales que captaron el hambre en Somalia provocó una movilización de recursos y organizaciones que salvó 1,5 millones de vidas humanas. «Ese es el precio del Periodismo, un millón y medio de vidas humanas», aseguraba.
Nunca se ha arrepentido de un trabajo realizado en cualquier lugar del mundo.
“Lo peor es que, como fotógrafo, me aprovecho de las desgracias ajenas. Esa idea me persigue, todo los días. Porque sé que si algún día dejo que mi carrera sea más importante que mi compasión, habré vendido mi alma”.
Decenas de fotógrafos y periodistas han podido asistir hoy en Madrid a una clase magistral sobre el periodismo de guerra de la mano de James Nachtwey que ha organizado la Universidad de Navarra dentro del proyecto ‘Conversaciones con…’.
El fotoperiodista de la revista TIME ha reivindicado el papel del periodismo “como altavoz de los dramas humanos y como último recurso para que se escuchen los gritos de dolor de muchas personas olvidadas”.
Cuenta que “Ojalá no hubiera tenido que tomar ninguna de ellas”, refiriéndose a las imágenes que ha tomado. Como decía Robert Capa, “El deseo más profundo y oculto de cualquier fotógrafo de guerra es quedarse sin trabajo”.