El ejército más poderoso del mundo usa uno de los aviones más potentes de la industria armamentística para detener el avance de los radicales del Estado Islámico en Siria e Irak. Se trata del cazabombardero invisible F-22 o Raptor.
Se trata de un caza de última generación que el ejército de EEUU ha estrenado en Siria. Tiene un solo piloto, es indetectable, letal y cuesta 350 millones de dólares (272 millones de euros), lo que le convierte en el caza más caro de la historia de la aviación, según la revista Time.
Según su fabricante Lockheed Martin, este es el único avión de combate capaz de desarrollar simultáneamente misiones aire-aire y aire-tierra. Es considerado el jet de combate más avanzado en el mundo, gracias a su habilidad para evadir la detección por radar. Puede alcanzar los 2.472 kilómetros por hora.
El F-22 puede portar una gran variedad de armas, incluyendo las llamadas bombas «inteligentes» de 500 kilos. Con su velocidad y sus sistemas antidetección, es capaz de disparar bombas guiadas por láser a 25 kilómetros del blanco. También hace posible la identificación de objetivos antes de las misiones de lanzamiento de misiles de crucero.
Varios fallos técnicos empañan su rendimiento
Los ingenieros han debido enfrentarse durante años a preocupaciones por el equipo de suministro de oxígeno, que obligaron en varias ocasiones a dejar en tierra a toda la flota de F-22. A raíz de las quejas de los pilotos, algunos de los cuales se negaron a volar el avión, la altitud y la duración de los vuelos se recortó mientras se probaba la instalación de un nuevo sistema de suministro de oxígeno.
Su desarrollo comenzó a finales de los años ochenta, pero sólo fue en 2005 cuando el F-22 se integró a las fuerzas estadounidenses y de manera exclusiva, pues el Congreso prohibió su venta a otros países, pese al interés de varios gobiernos por adquirirlo.
En total, se fabricaron 195 aviones, de los cuales 187 están operativos, con un coste total de 70.000 millones de dólares y un coste individual estimado en 358 millones de dólares. Su producción se detuvo en 2011 para dar paso al F-35, cuyo desarrollo también ha conocido dificultades financieras, retrasos y problemas mecánicos. El último F-22 fue entregado en mayo de 2012.
Destinado a garantizar para EEUU el predominio aéreo por unas cuatro décadas, los F-22 fueron fruto de la colaboración de Lockheed Martin con el constructor aéreo Boeing y el fabricante de motores Pratt and Whitney.