El conocido Belén Viviente de Dacón se escenifica una vez más, y a pesar del éxodo del rural, en la iglesia parroquial, después de que el tren de borrascas del año pasado destrozase parte de la estructura de su escenario, en la Carballeira de A Garrida, que no pudo ser reparado por la crisis.
Pueblos y aldeas de Galicia celebran la Navidad con los belenes vivientes, un proyecto perfecto para el que los habitantes agudizan el ingenio con la finalidad de mantener viva su particular visión del Nacimiento de Jesús, una tarea que se enfrenta cada año a la estampa del despoblamiento del rural, lo que provoca que en algunas zonas no haya gente suficiente para el montaje de este espectáculo.
En el municipio orensano de Maside, desde hace 27 años sus habitantes se vuelcan con la realización del Nacimiento -que tiene lugar cada 25 de diciembre-, un belén viviente que este año se celebra en la Iglesia, un cambio de ubicación al que se suma «la escasez de animales y que cada vez hay menos gente», ha explicado a Efe el presidente de la asociación de vecinos de Dacón, Roberto Collazo.
El pesebre de Maside empezó en 1987 y se celebró prácticamente de manera ininterrumpida en el tiempo, lo que lo convierte en uno de los más antiguos, sino en el de mayor antigüedad de la Comunidad gallega.
En el caso de Maside, los vecinos realizan un pasaje de la historia sagrada, con los pasos seguidos desde la llegada de María y José a Belén en busca de posada, hasta el alumbramiento del niño Jesús y la llegada de los Reyes Magos.
En total, alrededor de 60 figurantes colaboran en la escenificación de los pasajes del pesebre, hasta el momento en el que el arcángel anuncia el nacimiento.
Así, romanos -encargados de custodiar el castillo del rey Herodes-, escribas, mesoneros, lavanderas, judíos, pastores y molineros, ataviados con vestimentas de la época, representan a los múltiples personajes, acondicionado todo en la iglesia parroquial.
Una comitiva a la que se unen los pastores acudiendo a adorar a la Virgen y al niño, y la llegada de los tres Reyes Magos, con sus respectivos pajes, los cuales, siguiendo la estrella de Oriente, llegan al interior del templo.
Los únicos en no sumarse a la celebración, en esta ocasión, son las burras, los caballos y las ovejas. El hecho de que cada vez haya menos personas que cuiden a los animales, sumado al despoblamiento en los municipios del rural, hacen que cada año cueste más organizar el belén viviente.
«Debido al mal tiempo, las instalaciones que teníamos en la Carballeira se han estropeado bastante y no ha habido presupuesto para reconstruir las estructuras dañadas», ha detallado a Efe Collazo, quien ha señalado que la intención de la entidad es «juntar fondos para sustituir los elementos de madera por otro material que sea más resistente».
De las construcciones que había, como el molino, el lavadero o el puente, «lo único que se mantiene intacto es el castillo y el portal de Belén», ha añadido.
No es la primera vez que se cambia de escenario y que se utiliza la iglesia, puesto que se trata de la «tercera vez», ha manifestado.
En años anteriores, el mal tiempo ya había obligado a los organizadores a prescindir de la Carballeira de A Garrida, aunque la intención es «recuperarla» para próximos años a fin de devolver el belén al entorno rural.
Ajenos a las dificultades, los vecinos de Dacón combaten estos obstáculos con grandes dosis de ilusión e ingente esfuerzo.
Según ha asegurado a Efe el párroco de la iglesia parroquial, José Ramón Hernández, «el pueblo está totalmente implicado» en la realización del belén viviente más famoso de la zona y cuyos trabajos empiezan «con tres o cuatro semanas de antelación».
Prueba de ello, es que todo el mundo «tiene la misma ilusión que al principio». Durante estos días, los vecinos que todavía quedan en Dacón, ya que «muchos se han ido», proyectan vídeos con anteriores escenificaciones, algunas muy antiguas, una imagen para el recuerdo con el objeto último de irse introduciendo «en el ambiente» navideño.
No en vano, una buena forma de dejarse imbuir por el espíritu navideño es Dacón.
Lorena Rodríguez de la Torre