Condenado a morir en la silla eléctrica, la tragedia con final feliz del español José Joaquín Martínez, o Joe -como era conocido en Estados Unidos- comenzó el 28 de Enero de 1996.
Tras acudir a casa de su ex mujer para visitar a sus dos hijas, entró en su coche «y al cruzar la esquina de la casa, cuatro coches de la policía me bloquearon el paso, dos por delante y dos por detrás», explica él mismo.
En medio de un despliegue digno de las películas de Hollywood, Joaquín José Martínez fue detenido y acusado de la muerte de una joven pareja, cuyo asesinato, tres meses atrás, había producido una gran conmoción en Brandon. Y hasta el año 2001, en que salió en libertad, fue oficialmente el culpable de ese crimen, y fue sentenciado a muerte por ello.
Un doble crimen y muchas dudas
Los cuerpos de Douglas Lawson y Sherrie McCoy-Ward fueron hallados en su casa el 31 de octubre de 1995, pero el forense dictó que sus muertes habían tenido lugar en algún momento entre el 27 de octubre y el 30 de octubre. Lawson murió a causa de varias heridas de bala, mientras que McCoy-Ward murió de múltiples heridas de arma blanca.
Resulta que Douglas Lawson era hijo de un alto oficial de la Policía, pese a que se trataba de un narcotraficante conocido. Su novia, Sherrie McCoy-Ward, era bailarina de streaptease en un conocido establecimiento de la localidad.
En la escena del crimen la Policía no encontró ningún arma o evidencia forense que les proporcionara un sospechoso. Pero, según el sumario oficial, en una lista de nombres y números de teléfono que se halló en la cocina, se encontraba el número de localizador de una persona llamada «Joe».
Después que, supuestamente, la Policía dejara varios mensajes en el localizador de Joe Martínez, la exesposa de Joaquín Martínez, Sloane, llamó a la Policía y les dijo que tenía sospechas de que su ex marido estaba involucrado en los asesinatos de Lawson y McCoy Ward.
Sloane fue clave en la condena de Joaquín José, al pactar con la Policía la instalación de cámaras y grabadoras de audio en su casa, en un esfuerzo por obtener información que implicara a Martínez en el asesinato.
En las conversaciones entre Sloane y Martínez, la Policía dijo que Martínez había hecho varios comentarios que podrían ser incriminatorios. La oficina del Sheriff también hizo una transcripción de la conversación recogida en una inaudible cinta de audio.
Otra prueba circunstancial que implicaba a Martínez en los asesinatos la proporcionó Laura Babcock, novia de Martínez hasta el día mismo del juicio, quien declaró que el 27 de octubre Martínez le dijo que tenía previsto ponerse en contacto con un amigo llamado «Michael», que le debía dinero.
Cuando Martínez volvió más tarde esa noche, según Babcock llevaba ropa que no le queda bien y tenía un labio hinchado y raspado. Para terminar de convertirlo en sospechoso, varios presos que habían compartido tiempo con Joaquín en la cárcel se ofrecieron para declarar que había confesado su crimen, a cambio de ver rebajadas sus propias condenas.
La apelación y nueva sentencia
El resultado del juicio celebrado en el Condado de Hillsborough ya lo conocemos. El Honorable J. Rogers Padgett presidió la sala que condenó a Joaquín José Martínez a la silla eléctrica el 27 de mayo de 1997.
Los cargos que pesaron sobre el español fueron asesinato en primer grado (Lawson) otro asesinato en primer grado (McCoy-Ward), y robo a mano armada.
Tras un esfuerzo imprsionante de sus padres para dar a conocer el caso, y la presión de un grupo de líderes incluyendo al Papa Juan Pablo II, el 15 de junio de 2000, la Corte Suprema de Florida (Florida Supreme Court, FSC) aceptó la apelación presentada por el nuevo equipo legal de Joaquín José. De esta manera, revocó las condenas, anuló la sentencia de muerte, y devolvió el caso para un nuevo juicio.
La FSC dictaminó que los comentarios de un testigo del Estado, el detective Conigliaro, fueron aceptadas indebidamente por el tribunal de primera instancia. Durante su testimonio en el juicio, Conigliaro dio su opinión sobre la culpabilidad de Martínez, diciendo:»No me cabe duda de que él (Martínez) lo hizo».
Tras años de lucha, el 6 de junio de 2001 Martínez fue absuelto en un nuevo juicio. Tras la declaración de »no culpable» lograda por el español, Candace Sabella, quien fuera Adjunta al Fiscal General durante la apelación, declaró sobre el caso Martínez que la absolución del español «era una cuestión de tiempo (es decir, los testigos se retractaron y se perdieron evidencias), no una cuestión de inocencia», dejando ver el resquemor de la fiscalía por la salida de Joaquín José Martínez del corredor de la muerte.