Con un expediente laboral intachable, una hoja de servicios perfecta, ninguno de sus compañeros en la comisaría de León se explican que Raquel Gago esté acusada por el asesinato de Isabel Carrasco. La agente, de 41 años, llevaba prestando servicio desde 1998 en el cuerpo local de policía. Quienes la conocen la describen como discreta, introvertida y muy vinculada a su familia, natural del pueblo leonés de Vegas del Condado. En esta localidad, donde eran muy conocidos, no se comenta otra cosa.
«La familia es extraordinaria, no sé lo que ha pasado», dice una de sus vecinas, «no se habla de otra cosa, en el pueblo estamos consternados». Aunque la familia se trasladó hace años a vivir a León, Raquel pasaba algunos días de verano en la localidad.
La agente vivía con sus padres y una de sus dos hermanas en un piso de la capital leonesa, donde prestaba servicio de policía en barrios. También era habitual verla en tareas de control ante un centro escolar de la capital leonesa. Y aunque siempre desarrolló su trabajo de forma impecable, su vocación era otra: la de maestra. De hecho, en 2007, llegó a presentarse a unas oposiciones convocadas para cubrir plazas de profesor de Educación Física. Además, hacía trabajos puntuales como restauradora.
En los últimos años, Raquel había establecido una estrecha relación de amistad con Triana Martínez quien, según publica hoy Diario de León, llegó a confesarle en varias ocasiones su intención de matar a la presidenta de la Diputación. “Me había dicho muchas veces que quería matar a Isabel Carrasco, pero yo no me lo creía”, dijo la agente, según este periódico, ante el juez.
Gago ha pasado su primera noche en la cárcel de Mansilla de las Mulas (León) imputada por los mismos delitos que las dos primeras acusadas, Montserrat González, asesina confesa y su hija, Montserrat Triana Martínez: homicidio, atentado contra la autoridad y tenencia ilícita de armas. Pero los agentes tratan de esclarecer todavía el papel que jugó en el crimen. ¿Se encontró el arma por casualidad en su maletero? ¿O tuvo una mayor participación en el asesinato?
La acusación se basa, por el momento, en las múltiples contradicciones mostradas en su declaración y en los testimonios de testigos que aseguran haberla visto en una zona cercana a la pasarela en la que Carrasco fue asesinada. Según fuentes judiciales, ni la juez ni tampoco Fiscalía han dado credibilidad a una versión “plagada de incongruencias” y ven extraño que Gago no sospechase nunca de una amiga que le había confesado sus intenciones y que no acudiese a comisaría a declarar tras conocerse la detención de las acusadas, como sí lo hicieron otros conocidos.
De hecho, al día siguiente, la policía acudió a su puesto de trabajo con normalidad y llegó incluso a participar en el dispositivo de seguridad que se estableció para el funeral.
“Es que con este tipo de situaciones me bloqueo”, declaró a la pregunta ante la juez, a quien reconoció también que con Triana mantenía una relación «muy estrecha». A pesar de haberla dejado en un primer momento en libertad aunque imputada, ayer, tras un intenso interrogatorio de casi cuatro horas, decretó su ingreso en prisión.
Las incongruencias se basan en un punto clave: determinar si el encuentro entre la agente y su amiga, una vez cometido el crimen, fue planeado.
Raquel Gago sostuvo, en una primera versión, que se encontró a Triana por casualidad en una calle del centro de León, en un momento entre las cinco y cuarto y las seis de la tarde, y que, el martes por la noche, cuando iba a meter una bicicleta en la parte posterior de su coche, se dio cuenta de que le había metido un bolso. Al abrirlo y descubrir la pistola, llamó a un cuñado, policía nacional, para preguntarle qué hacer con el arma, y decidió después acudir a entregarla a comisaría. Eran aproximadamente las diez y veinte de la noche y habían pasado 30 horas del asesinato.
Sin embargo, en otra versión que publica Diario de León, el encuentro entre ambas podría no haber sido tan casual. La agente, en contradicción con su primera declaración, afirmó después ante la juez que el día de los hechos tomó un café con Triana en casa de ésta y que luego se despidieron, quedando en verse más tarde. Ya después del asesinato, su amiga la telefoneó para pedirle verla con urgencia y se citaron en una calle de León, cercana al lugar del crimen. Según Gago, casi no hablaron porque estaba discutiendo con un agente de la ORA que pretendía multarla. En ese momento, Triana habría aprovechado para depositarle el bolso en el coche.
Dos detalles desbaratan la coartada: los tiques de estacionamiento del vehículo de Gago y de Martínez demuestran que ambas habían aparcado sus vehículos prácticamente a la misma hora y en zonas muy cercanas. Y el agente de la ORA citado por Gago en su declaración no es miembro del equipo sancionador y por tanto no podía multarla, por qué discutir con él.
Este agente, que se ha convertido en una pieza clave para reconstruir la cronología del asesinato, declaró ayer ante la juez y confirmó la sospecha de los investigadores, al afirmar que se había encontrado con la policía a unos 250 metros de la pasarela en la que fue tiroteada Carrasco “en actitud de espera”. Ambos se conocían de coincidir en algunas ocasiones durante sus turnos y entablaron conversación.
Mientras hablaban, según su declaración, apareció una mujer- si bien no ha sabido precisar si era Triana- y le dijo a la policía que “le metía una cosa en el coche y se iba a la frutería”. Ésta dio vuelta al vehículo y abrió la puerta trasera izquierda para depositar un objeto. Gago esperó unos minutos, pero luego, según el revisor, comenzó a inquietarse y comentó, “tarda mucho en volver de la frutería”, antes de despedirse.
Con las tres acusadas en prisión, la investigación trata de atar todos los cabos del crimen. Por el momento, la juez ha solicitado interrogar a otros policías de León para contrastar la declaración de la agente y se ha solicitado un rastro del GPS de su coche patrulla y del teléfono móvil para comprobar los movimientos qué hizo tras el asesinato.