Maria Navarro (Barcelona, 46 años), profesora de agricultura internacional en la Universidad de Georgia (EE.UU.) y premiada por el Departamento de Agricultura estadounidense, aboga por la necesidad de avanzar hacia una educación «multidisciplinar y centrada en el alumno».
Ingeniera agrónoma por la Universidad Politécnica de Cataluña (estudios que ahora pertenecen a la Universidad de Lleida), Navarro aseguró que la educación que ella recibió en España hace más de 16 años «no tiene nada que envidiar a lo que veo por aquí», aunque evitó profundizar en las comparaciones entre ambos sistemas educativos.
Navarro apuntó que, sin abandonar la especialización, la universidad debería apostar por una enseñanza «más contextualizada» que permita al alumno comprender las conexiones entre aquello que estudia y el resto de disciplinas y no caer así en un «aislamiento intelectual».
Precisamente ha sido su filosofía educativa y los «innovadores» métodos empleados en sus clases los que le han valido el reconocimiento de las autoridades estadounidenses, por el que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, le ha trasladado recientemente su felicitación.
¿Qué hiciste al acabar la carrera?
Al terminar ingeniería agrónoma en Lleida trabajé durante unos años en el Instituto Agronómico Mediterráneo de Zaragoza del Centro Internacional de Altos Estudios Agronómicos Mediterráneos. Tenía un trabajo que me gustaba, buenos amigos, y estaba cursando estudios de doctorado.
Si eras tan feliz, ¿por qué te marchaste a EEUU?
Fue una decisión de carácter personal y familiar: me casé con un norteamericano y me fui a vivir allí. Ahora tenemos dos hijos maravillosos.
¿Impartiste clases nada más llegar a USA?
No, lo primero que hice al llegar fue hacer el doctorado. Lo de dar clases no fue una decisión activa. Simplemente, empecé a hacerlo como parte de la beca de estudios que me dio Texas A&M University, la universidad donde hice el doctorado. Con el tiempo me di cuenta de que me gustaba dar clases, que podía contribuir a combatir el hambre y la pobreza de muchas maneras, ya que desde el aula mi impacto se multiplicaba a través de mis estudiantes.
¿Habías dado clases en España antes de emigrar?
No como profesora universitaria. En mi trabajo había coordinado programas de especialización de posgrado y formación de profesionales relacionados con la agricultura. Me encargaba de coordinar los programas, no de impartir las clases. Supongo que de alguna manera el gusanillo de dar clases ya había nacido: había dado clases de educación física y durante años había entrenado a equipos de voleibol, y siempre había disfrutado mucho haciéndolo. También había dado clases particulares de bachillerato y de universidad mientras estudiaba en Lleida.
¿Cuál es el recuerdo de tu primera clase?
Fue en mi tercer año de carrera, cuando una de mis profesoras me ofreció colaborar con ella preparando y dando clases para un programa de formación profesional en reciclaje de basuras.
Fueron pocos días de clase, pero recuerdo haber pasado días y días preparándola ya que estaba muy nerviosa. Pero también recuerdo haber aprendido más que nunca preparando esas clases, y la satisfacción cuando todo salió bien. Todavía hoy creo que la mejor manera de aprender es prepararse para enseñar.
¿En qué se diferencian las aulas, los métodos y los recursos en las clases americanas respecto a las españolas?
No creo que pueda responder a esta pregunta porque desde que terminé mi última clase en Lleida en 1991, han cambiado mucho las cosas. Por otro lado, generalizar lo que es un aula en EEUU es prácticamente imposible. Hay diferencias entre universidades, escuelas, departamentos, y profesores.
¿Quién ha sido tu mejor profesor?
Los tres mejores profesores que he tenido son de cada una de mis distintas etapas como estudiante: uno de la Escuela Superior de Agricultura de Barcelona, donde estudié ingeniería técnica agrícola; otro de Lleida, donde acabé Ingeniería Agrónoma, y un tercero de Texas A&M University, donde hice el doctorado.
Los tres me dirigieron proyectos final de carrera o tesis, dedicándome tiempo y esfuerzo, y desafiándome a ampliar mis fronteras y conocimientos. Los tres demostraron niveles de rigor y conocimientos superiores, alta capacidad didáctica, y excelente calidad humana. A los tres les importaba lo que hacían, estaban preparados para hacerlo, y trabajaban duro para conseguirlo. Esto lo podemos encontrar, y extrañar, por tanto, en todas partes.
¿Cuál es la principal diferencia de nuestro sistema con el americano?
Si la situación en España no ha cambiado, la gran diferencia que he notado reside en las opciones que tienen los estudiantes. En EEUU, éstos entran en una universidad y una vez allí, eligen la especialidad. Ocurre incluso que un gran número de ellos cambian varias veces. O sea, que un estudiante puede empezar la universidad con la intención de estudiar periodismo, y acabar con un diploma de física. Esto no pasa en España.
Además, dentro de cada especialidad, el estudiante tiene más opciones que las que yo tuve cuando estudié. Y no estoy diciendo que una cosa sea mejor que la otra, simplemente, explico las diferencias.
¿Tienen más recursos que nosotros?
Creo que en general hay más recursos en EEUU, pero de nuevo, todo depende. Tengo la suerte de estar en un departamento, escuela, y universidad que valoran y apoyan la educación, y que comprenden la importancia de afrontar de forma integrada los distintos ejes de responsabilidad de la universidad: investigación, educación, y proyección social.
¿Cómo recuerdas el primer día de clase en EEUU y que primeras impresiones te provocó?
Todavía me río de mi misma. No había dormido en dos noches, de nervios. Era mi primer semestre en EEUU. Mi mayor preocupación era la del inglés. Me había preparado y repetido tanto la clase que todavía me acuerdo letra por letra de lo que quería decir. Acabé la clase descorazonada, pensando que los estudiantes no habían entendido nada. Pero parece que entendieron sin mucho problema, el idioma dejó de preocuparme a los pocos meses, y me adapté pronto al ambiente universitario de Texas A&M.
¿De dónde procede tu capacidad de adaptación?
Sin duda la educación que me dieron mis padres. Me enseñaron a buscar y tratar de entender lo diferente, y que creo que una reforma educativa que intenta eliminar esta riqueza que tenemos, venga de donde venga, aplastará la posibilidad de excelencia. Creo que mi capacidad de adaptación y flexibilidad se debe sobre todo a que en tiempos en que no se enseñaba el catalán en las escuelas, mi familia hizo todo lo posible – y lo imposible – para que yo creciera completamente bilingüe, emocional, académica, e intelectualmente.
El bilingüismo también me ayudó a aprender mejor el francés y el inglés, pero sobretodo, me ayudó a pensar más abiertamente, más críticamente, en fin, a pensar mejor.
¿Qué opinas de la reforma educativa de España?
No sé muy bien lo que está pasando, pero me gustaría señalar que creo que una reforma que busca la homogeneización de los jóvenes va desde el principio por mal camino
Volviendo a USA, ¿cómo es allí el proceso de selección para dar clase?
No puedo comparar ya que se puede hacer de muchas maneras. En los casos que yo conozco, cuando sale una plaza de profesor, se envía la información a revistas profesionales y de investigación, y a todos los departamentos y asociaciones del país que puedan tener gente interesada. También se hacen muchas llamadas telefónicas para intentar atraer a los mejores candidatos.
Un comité selecciona entre 3 y 5 candidatos para entrevistar. Para decidir a cuál contratar, se utiliza información proporcionada por estudiantes, profesores, profesionales, y otros interesados. Hay lugares en que la decisión final es por voto del profesorado del departamento, en otros lugares la decisión es única y exclusivamente del jefe del departamento, decano, o director. Como digo, depende.
¿Cuál es tu método a la hora de dar clases?
No se puede decir que tenga un método. Todo depende del día, del tema, de la asignatura, del grupo de estudiantes. Creo que lo que me diferencia de otros profesores es que estoy dispuesta a trabajar con toda la gama de métodos, que sé evaluar bien cada situación, y que no me da miedo cambiar la dinámica a la que los estudiantes están acostumbrados.
¿Cuántas horas de clase das?
Depende del año, pero en general doy 24 créditos al año en clases presenciales. Eso significa que doy unas 9 horas semanales de clase durante 9 meses, y los tres meses de verano doy de 3 a 6 horas semanales. Ahí no cuento las horas de cursos “especiales” y créditos individuales a estudiantes de doctorado o maestría.
Algunos años he dado muchas más clases porque nos faltaban profesores y las clases se tenían que impartir de todos modos.
¿Y tutorías? ¿Cómo son?
Hago tantas como pidan los estudiantes. Algunos días sólo tengo un par de estudiantes en mi despacho, y otros me marea tanta gente que entra y sale. Algunas tutorías son simplemente para estudiantes que tienen preguntas sobre la clase, los artículos a leer, los proyectos, o los trabajos en grupo. Otras son para estudiantes que están pensando en el futuro y quieren ideas. Y otras son para estudiantes que están trabajando conmigo en investigación o extensión, y están más enfocadas hacia los proyectos que tenemos en común.
Las tutorías se adaptan al estudiante. Las hay en las que el estudiante sale con la respuesta que buscaba. En otras ocasiones, el estudiante sale de mi oficina con más preguntas de las que tenía al entrar, y en otras sale con nuevas ideas para su proyecto de investigación.
¿Por qué crees que has recibido este premio?
Creo que lo que es más importante es el impacto en el estudiante al cabo de años de haber participado en mis cursos. Algunos dicen que mis cursos fueron decisivos en su desarrollo profesional, y otros dicen que les ayudé a aprender y pensar mejor.
Por ejemplo, en mi curso de desarrollo agrícola, no me preocupa demasiado qué proyectos estudiamos, o qué datos recordarán los estudiantes al cabo de varios meses. Lo que quiero es que acaben el semestre siendo capaces de analizar una situación, evaluar los proyectos de desarrollo propuestos -utilizando conocimientos adquiridos en mi curso- y proponer soluciones propias.
En muchas ocasiones esto significa más trabajo para mí y para los estudiantes, y muchos se quejan al principio, pero el resultado final es mejor.
¿Alguna razón más?
Quizá que he desarrollado nuevos programas y currículo que integran varias disciplinas e incluyen elementos de análisis ambiental y consciencia social sin perder el rigor académico y científico del currículo que teníamos inicialmente. Esto parece fácil dicho así, pero no lo ha sido. He disfrutado y aprendido en el proceso, pero también he sudado y sufrido mucho.
Algunos estudiantes también dicen que soy muy apasionada y que las historias que cuento en clase son fascinantes. Supongo que esto también ayuda a que los estudiantes aprendan y disfruten al mismo tiempo. Y lo que casi todo el mundo dice es que siempre estoy dispuesta a ayudar.
¿Crees que el profesor en EEUU está valorado socialmente, más que en España?
Mis padres son los dos profesores de universidad, y crecí en un ambiente en el que siempre se valoró mucho la educación y se respetó mucho a los maestros y profesores, así que mi experiencia puede que no sea representativa.
¿Tiene autoridad el profesor americano frente a los padres de un alumno?
A nivel universitario, no existe casi ninguna relación entre el profesorado y los padres. Si un padre me llama, no puedo ni siquiera decir si el hijo o la hija están en mi curso.
¿Hay más seguridad en las aulas tras los últimos acontecimientos?
Se intenta. En mi universidad tienen un buen sistema de aviso inmediato cuando hay problemas. Pero no sé si se puede hacer mucho más.
¿Algún mensaje a los jóvenes españoles?
No tiréis la toalla, no os rindáis.