Tejer está de moda. El »házlo tú mismo» es lo más cool que puedes encontrar en las redes sociales. We Are Knitters es la startup que ha sabido aunar ambas tendencias y convertirse en un proyecto revolucionarlo a base de agujas y lanas gordas de colores.
La traducción es sencilla: “Somos tejedores”. Pronunciarlo algo más complicado. Pero es que, a pesar de ser una idea española, con residencia en la capital, desde su nacimiento tenía miras internacionales. Y, muy bien miradas, pues más del 90 por ciento de su facturación proviene de fuera de nuestras fronteras.
Pepita Marín y Alberto Bravo son los dos jóvenes responsables de que tejer ya no sea cosa de abuelas. “Hace siete años fuimos de viaje a Nueva York. Allí vimos que estaba de moda tejer, que había muchas tiendas de lanas, de colores llamativos, gente tejiendo en las cafeterías. Y un día vimos a una chica joven tejiendo en el metro. Ese día ya nos dimos cuenta que algo estaba pasando”.
Se conocieron en Price World Consulting. Eran auditores financieros. Tenían un sueldo y vacaciones. Sin embargo, querían emprender. Cuando volvieron de su viaje, lo tenían claro. “Pensamos vamos a intentar traer esta moda de tejer de Estados Unidos, hacerlo más moderno, más guay”.
“Nuestro entorno lo flipaba. Nuestros amigos en Price decían: estos chicos se han cansado de trabajar con 23 años. Nuestras familias nos preguntaban si estábamos seguros. Pero estábamos muy convencidos. Y, mira, ha salido bien”.
¡Vaya si ha salido bien! Crecen al cien por cien anual. El último año facturaron cinco millones de euros y se proponen duplicar la cifra este año. Nada que ver con los primeros tiempos de la empresa, allá por 2011. “Nosotros pusimos 3.000 euros para montar la sociedad. Luego nos dieron el premio de emprendedores de ICADE, 10.000 euros. Hicimos el primer pedido, las bolsas, etc. El almacén era el salón de los padres de Pepita, que luego trasladamos a la habitación de mi hermana, que se fue al extranjero. Era todo muy cutre”.
Nunca habían visto tejer en su casa. “Nos gustaría decir que nuestra abuelita tejía delante de la chimenea, pero no. Nosotros empezamos con los videos de Youtube”.
Sus principales mercados son Francia, Alemania, Estados Unidos y luego, muy atrás, España. “Empezamos en España, porque es lo natural, porque somos españoles. Pero no es el mejor sitio. Ahora hace frío pero en 15 días ya no. Además, tampoco hay tanta cultura de tejer como en Alemania. La gente joven teje de toda la vida, nunca se ha considerado como algo antiguo”. Ahora van a arrancar su expansión por los países nórdicos.
Las lanas llegan de Perú y las agujas de Cataluña. Ambos productos cien por cien ecológicos. Igual que las bolsas que albergan los kits que llegan a casa de las tejedoras. Y no queda otra que hablar en femenino en esta práctica. El 99 por ciento de sus clientes son mujeres de entre 25 y 40 años. Que siguen las tendencias. Que saben que está de moda y lo quieren probar. También hay mujeres, que suelen tener a partir de 45, que les gusta tejer y saben y lo que compran son los ovillos. “Lo hemos intentado con chicos. Hemos hecho alguna sesión de fotos. Pero no. Hay hombres que tejen, pero es una actividad que por suerte o por desgracia no gusta tanto a los hombres”.
El mejor cañón de esta startup ha sido Instagram. Con 154.000 seguidores, forman parte de una comunidad “do it yourself” en las redes que poco tiene que envidiar al lobby más temido. “La gente cuando aprende a tejer está tan orgullosa, lo comparte en Instagram y Facebook. Suben fotos desde que les llega al pack, el proceso, hasta el resultado. A los amigos les entra el gusanillo. Si ella ha sido capaz porqué no voy a serlo yo”.
We Are Knitters es todo un ejemplo de virilidad que surgió en el metro de Nueva York, nació en España, crece por todo el mundo y se hace famosa en la red.