Los inversores han recibido el mensaje que querían oír: no habrá fisuras en la zona euro si el fantasma de la deflación acelera el paso y hay que tomar medidas extraordinarias. Dicho de otro modo, Alemania no será el obstáculo de tantas veces a la hora de poner en marcha iniciativas atrevidas en la vieja Europa, que se enfrenta también al impacto de la subida del euro, que drena las exportaciones y resta competitividad a la zona.
Draghi ha pedido tiempo al mercado, un mes concretamente, para mover ficha si las cosas no mejoran. Tras reconocer que el dato de inflación de marzo ha sido toda una sorpresa, ha expresado su sospecha de que el hecho de que la Semana Santa caiga este año un mes más tarde en el calendario ha sido decisivo en la pírrica subida del 0,5% de los precios.
El mercado ha hecho un acto de fe y ha concedido a Draghi el tiempo que solicitaba. La reacción alcista de las bolsas es un grito de liberación, la confirmación de que el BCE va a hablar con una sola voz a partir de ahora a la espera de los datos de precios de abril. Entonces, no habrá lugar a las concesiones. Si el BCE no actúa con contundencia, el mercado no volverá a conceder una tregua.
En este sentido, Draghi ha ofrecido un discurso impecable y ha anunciado que ha pasado el momento de las balas de fogueo. Sabedor de que bajar los tipos de interés tendría un impacto testimonial –en el 0,25%, el margen es mínimo- ha ofrecido al mercado la carnaza que necesitaba asegurando que si es necesario habrá respaldo unánime a las medidas no convencionales.
De momento, le basta. El banquero italiano se ha guardo toda la munición: ni ha situado en negativo la facilidad de depósitos para obligar a los bancos a sacar a pasear su liquidez, ni ha llevado a cabo una nueva subasta de liquidez a largo plazo (LTRO) –una opción que Draghi ha reconocido que se ha discutido-, ni ha puesto en marcha un programa de compra de deuda.
De momento, las acciones no convencionales a las que siempre se había negado Ángela Merkel a través de ese gran vigía que es el Bundesbank, pueden esperar. Pero si son necesarias, el gran garante de la ortodoxia monetaria no será un problema. Nada que ver con la cruzada emprendida por el banco central germano contra el lanzamiento del programa de compra de bonos (OMT) lanzado por el banco central que sirvió para estabilizar unos mercados de deuda absolutamente fuera de control.
A Draghi le ha bastado de nuevo la táctica de amagar sin dar. La diferencia ahora es que ha levantado unas expectativas extraordinarias que no podrá defraudar sin infligir un enorme castigo al precio de las acciones y de la deuda, porque el propio mensaje del presidente del BCE es el reconocimiento de que los problemas de la zona euro son más que preocupantes. Las palabras no bastarán si los cifras vuelve a contradecir la hoja de ruta de la institución.