Dmitry Rybolovlev es otro de esos multimillonarios rusos que, incluidas entre las cien personas más ricas del mundo, decide gastarse su dinero en la compra de un equipo de fútbol.
El empresario nació Perm, antígua URSS, en noviembre de 1966. Divorciado, con dos hijos y de padres médicos.
Precisamente de sus padres, le vienen los conocimientos que posee en el área de la industria medicinal. Con díchos conocimientos, en la época de la Perestroika, le valió para enriquecerse rápidamente, al formar una sociedad para producir fertilizantes, llamada Uralkali, lo que llevó a expandir su imperio por toda Europa y parte de EEUU.
En 1995, fue acusado de ser el autor intelectual del asesinato de uno de sus accionistas, el cual se había resistido a privatizar parte de sus acciones. Fueron 11 meses los que pasó en prisión, encerrado en una celda, hasta que los investigadores del caso entendieron que no era culpable.
Se estima que su fortuna asciende a 9.500 millones de dólares.
Meses atrás decidió invertir 100 de esos millones para comprar dos tercios de la propiedad del AS Mónaco, tras unas duras negociaciones mantenidas con el propio Principado.
Rybolovlev se convirtió en el máximo accionista de la entidad, mientras que el Principado se guardó la otra tercera parte.
Como todos los grandes magnates, sus excentrícidades se cuentan por pares. Surfista y coleccionista de picassos y van goghs, Dmitry ha colmado de caprichos a su hija Ekaterina, de 24 años. Como el regalo de la isla griega de Skorpio, donde está enterrado el magnate Aristóteles Onassis, por 117 millones.
En 2008 se compró el apartamento más caro de Nueva York por 88 millones de dólares para, meses después, pagar 95 millones de dólares por la mansión de Donald Trump en Palm Beach y otra a Will Smith en Hawai.
Además, el excéntrico millonario es conocido por la compra de un sin fin de propiedades en los lugares dónde pasa mayores temporadas, como las situadas en Londres o Singapur.