El Real Madrid pasa a la final de la Champions con una exhibición de fútbol total. La gran mayoría de estos jugadores estaban muy baqueteados y llegaron a Múnich habiendo echado todas las lágrimas que se pueden soltar después de haber sido eliminados en las tres últimas semifinales. El Barcelona de Pep se lo llevó por delante, con el Bayern de Múnich fallaron tres penaltis (Cristiano Ronaldo, Kaká y Sergio Ramos) y el Borussia de Dortmund le arrasó en el partido de ida y, en la vuelta, se quedaron a un gol de la remontada. A la cuarta fue la vencida y el Real Madrid de Ancelotti ya no siente ni padece. El sufrimiento le ha inmunizado y en esta eliminatoria contra el Bayern de Pep le ha mirado a la cara a su rival sin miedo. El castigo le ha hecho más fuerte y el talento ha aflorado.
Cuando el árbitro pitó el inicio del partido los chicos de Carletto se fueron a por el Bayern. Se lo querían comer desde el minuto uno. Había un plan y es mérito, en gran parte, de Ancelotti, que ha sabido convencer a sus estrellas de la importancia del equilibrio para ser un equipo compacto. Bale hizo de cuarto centrocampista y jugó en la banda derecha más retrasado para tapar a Alaba y ayudar a Carvajal en el marcaje a Ribéry. Di María se dio una paliza más para apretar a los centrales (Dante y Boateng) y dificultar la salida del balón. Le acompañaban Benzema y Cristiano. Los jugadores más ofensivos, los que Pep llama atletas, se implicaron en la presión y esta fiereza empezó a intimidar al Bayern. No se encontró cómodo, no tuvo la pelota, se vio obligado a jugar para atrás, a darle el balón a Neuer y empezaron las imprecisiones y la falta de fluidez. Se bloqueó la máquina alemana.
La primera media hora del Real Madrid fue colosal. Bale avisó con un disparo lejano y las llegadas provocaban que Dante y Boateng cometieran el error de conceder saques de esquina. En uno de ellos se impuso Sergio Ramos para marcar el primer gol de cabeza. El jugador que más desea la Champions en este equipo, el único titulo que le falta, fue con decisión y potencia. Enmudeció el Allianz Arena. Ramos se tomó su revancha con Neuer. Luego marcaría el segundo, otro de cabeza, tras un lanzamiento de falta de Di María. Fue la sentencia para un Bayern que entregó las armas, se rindió y renunció a competir.
El Real Madrid siguió con el propósito de vengar los castigos que ha recibido en los tres últimos años, en especial el del Bayern cuando le eliminó en los penaltis en el Bernabéu después de una prórroga. El equipo se juntó, cerró los espacios y corrió por todo el campo para robar el balón. Así llegó el tercero, en un balón que interceptó Bale. Se produjo la jugada que más temía Guardiola. Los atletas le pillaron a la contra a los muniqueses y el galés, imparable en velocidad, asistió a Cristiano Ronaldo para que marcara su decimoquinto gol en esta Champions. Fue una exhibición de fútbol colectivo y de unos jugadores con una personalidad muy diferente a la que mostraron en anteriores temporadas.
Las ganas por demostrar quién quiere más esta Champions y el exceso de responsabilidad por hacerlo todo perfecto le llevaron a Xabi Alonso a cometer una falta innecesaria en el centro del campo que le impide jugar la final de Lisboa. La cara de decepción lo decía todo. Pero el ejemplo es el de un profesional y el de un equipo que antepone el grupo a las individualidades.
El Real Madrid le dio un repaso histórico al actual campeón de Europa, al ganador de la Bundesliga y en su propio campo en una primera parte sensacional. El segundo periodo sobró. Ni el Bayern quiso recibir más goles ni el Real Madrid se descompuso. Una goleada mayor habría sido una humillación para los alemanes. Pero el destrozo lo hizo Cristiano Ronaldo marcando el cuarto gol en un lanzamiento de falta (16 tantos en esta competicióin). El luso rubricó una victoria contundente e histórica. Ancelotti firma una obra de arte en Múnich aplicando la lógica del fútbol. Puso a los mejores y les convenció de que para ganar hay que sufrir, correr y disfrutar. Este equipo alcanza una final doce años después y entra en ella por la puerta grande.