No hay hogar en Egipto, Siria o Palestina que no esté enganchado a algún »culebrón» turco, un fenómeno de masas en casi todo el territorio del antiguo Imperio Otomano. El objetivo de este emporio para 2012 es llegar a las pantallas de Francia, Alemania y España.
Más de 20 telenovelas de factura turca se emiten en unos 40 países del mundo, sobre todo árabes y balcánicos, donde cosechan enormes éxitos.
«Trabajamos con altos presupuestos y una calidad que no alcanzan las series árabes locales, pero con bajas tarifas de venta. Y los espectadores tienen la sensación de ver algo propio, local, desde luego mucho más cercano que las series norteamericanas, con las que no se llegan a identificar», analiza en declaraciones a Efe Izzet Pinto, director general de la distribuidora turca The Global Agency.
Lo confirma la arabista Eva Chaves: «Las telenovelas turcas se ven en todas partes, ya sea Palestina, Egipto o el Levante árabe, y triunfan bastante más que el producto local. Son más modernas, pero reflejan un mundo similar al sirio o libanés, y además muchas se doblan al árabe levantino popular».
Esta cercanía cultural no se basa en la religión, dado que precisamente las telenovelas turcas de más éxito reciben regularmente críticas de los sectores más conservadores, incluso en la propia Turquía.
Así ocurrió con «Siglo Magnífico», una serie sobre la vida íntima del sultán otomano Solimán I, denunciada por las escenas de connotaciones sexuales y la presencia de alcohol, pero exitosa en todos los países balcánicos.
«A los Balcanes exportamos las telenovelas más modernas, que no dan sensación de un ambiente islámico», explica Pinto, «pero también en los países árabes es precisamente esta modernidad la que atrae al espectador».
«Turquía se ha convertido en un modelo para el mundo árabe, y mucho más aún desde el inicio de la primavera árabe», opina Pinto.
Un ejemplo es »Binbir Gece» (1001 Noches), protagonizada por una joven arquitecta independiente, madre de un niño de cinco años al que debe salvar mediante una cara operación, un dinero fuera de su alcance pero que su jefe le entregará por el precio de una noche compartida.
La historia acabará en matrimonio, como es fácil de imaginar, pero sólo tras un largo tira y afloja que pone de relieve la capacidad de la mujer de decidir sobre su sexualidad.
Otros títulos de The Global Agency, como «Elegir mi religión» o «Mi ex es mi testigo de boda» también traen un aire fresco a países donde ambos conceptos aún chocan con tabúes.
Incluso Grecia, tradicional enemigo de Turquía, se ha rendido a los encantos de los galanes turcos, algunos ya tan populares como los de Hollywood.
El secreto, en este caso, está en la economía, según el diario turco Hürriyet: cada parte de una teleserie griega costaría entre 70.000 y 80.000 euros, cuando una serie turca de calidad comparable se rueda por la décima parte de esta suma.
También Pinto cita el alto coste de la producción griega como motivo para el éxito de su empresa en el país vecino, añadiendo que la popularidad de estas series en Grecia ya ha motivado un cambio en la percepción de Turquía entre la población griega.
Hürriyet estima que la exportación de las telenovelas aporta a Turquía 45 millones de euros anuales. «Pero su impacto se debe medir en miles de millones, porque promocionan Turquía y atraen turismo», señala Izzet Pinto.
«En los países en los que se emiten nuestras telenovelas, la marca turca se ha revalorizado y el «Made in Turkey» es ahora un concepto de prestigio. Eso tiene consecuencias favorables para Turquía, tanto en el campo económico como en el político», comenta.
Pinto no piensa limitar la expansión del negocio al ámbito del antiguo Imperio Otomano: «Nuestra meta es ahora llegar a Francia, Alemania y España. Ya estamos negociando y creo que en 2012, nuestras series se podrán ver ya en esos países europeos».
Ilya U. Topper