La vida en el clima extremo del continente helado es una lucha constante. Se han podido clasificar cien especies de invertebrados que son capaces de sobrevivir en estas tierras. A medida que el hemisferio norte tirita cuando llega el invierno las bacterias de la Antártida, según el medio Post, inventan una estrategia para sobrevivir al frío extremo: utilizan una proteína anticongelante especializada para pegarse hielo y mantenerse a flote.
Las proteínas anticongelantes generalmente protegen a sus portadores de la congelación mediante el control del crecimiento de cristales de hielo destructivos. Se encontraron por primera vez en los peces que nadan en aguas heladas y también se han encontrado en plantas y bacterias.
El caso bacteriano ahora tiene un giro interesante, según el medio Post, publicado a principios de este invierno. Los autores del reciente estudio aíslan y caracterizan la proteína anticongelante de Marinomonas primoryensis, que se encuentra en la cubierta de hielo del Lago Ace en la Antártida.
Se determinó que las bacterias fijan la proteína en su superficie, donde se puede unir directamente a los cristales y anclar el microorganismo al hielo. Este comportamiento es una desviación importante de lo que se conoce acerca de las proteínas similares, que actúan dentro de las células para proteger contra la cristalización interna.
Aunque no sea algo muy obvio el hecho de que la vinculación de las bacterias al hielo pueda ser beneficiosa, los investigadores proponen que esto puede ayudar a la bacteria a permanecer más cercana a la superficie del agua, donde el nitrógeno y los nutrientes son más abundantes. En lugar de exigir protección contra las heladas, estas bacterias aprovechan el hielo.