Philae estaba diseñada para tomar energía del sol y cayó en el peor lugar posible: en la sombra, recibiendo únicamente tres horas al día de luz, en lugar de las seis o siete necesarias para su funcionamiento. No ha podido soportar los 70 grados del cometa. Según ha declarado Jean-Pierre Bibring, director del proyecto: «Estamos exactamente detrás de un monte, de forma que nos encontramos en la sombra de manera permanente».
Philae llevaba desde el miércoles ejecutando perfectamente su cometido (analizar moléculas de la superficie del cometa), pero una vez que sus baterías principales se han agotado, el robot tiene que ponerse en hibernación a esperas de que su situación mejore. Pero, ¿cómo ha podido llegar Philae a esta situación?
Por el contrario, se ha renunciado a activar otro instrumento importante de la sonda que debía analizar la composición del hielo del cometa. Concretamente, debía aclarar si el agua de la Tierra tiene la misma composición que la de los cometas. Pero es un instrumento que requiere más energía que otros y hubiera acortado aún más la vida de la sonda.
Los arpones de Philae, encargados de fijarlo al suelo, no se desplegaron correctamente, provocando que el aparato rebotase dos veces… y acabara a un kilómetro de distancia del lugar previsto en un principio. Esto hace también que la ESA no sepa exactamente las coordenadas de Philae, dificultando las operaciones.
El plan de la Agencia Espacial Europea es activar uno de los instrumentos móviles de Philae para intentar recoger algo más de luz solar. Esta operación es tampoco fácil: Philae estaría solo anclada con dos de sus tres patas y un movimiento en falso provocaría que el robot saliese volando y acabara perdido en el espacio (la gravedad en el cometa es 100.000 veces más débil que en la Tierra).
Los científicos e ingenieros de la misión se declaran orgullosos de lo que han conseguido: ponerse en órbita alrededor de un cometa, aterrizar en su superficie, poder observarlo de cerca, descubrir cómo es cuando aún no tiene colas.