La historia del Coto de Doñana, conocido simplemente como Bosque de las Rocinas, puede remontarse a los tiempos de Guzmán el Bueno, aquel noble tan fiel a su rey que lanzó su propio cuchillo desde las almenas de Tarifa, prefiriendo la muerte de su propio hijo, preso de los sitiadores, que la entrega de la plaza y la deshonra. Como recompensa por aquella muestra de lealtad, el rey, por entonces Sancho IV – hijo de Alfonso X el Sabio –, entregó a los Pérez de Guzmán todo el señorío de Sanlúcar, terrenos entre los que se incluía el bosque y toda la marisma del Guadalquivir, que perteneció a la casa de Medina Sidonia durante seis siglos.
El coto empezará a llamarse de Doñana a finales del siglo XVI en honor a la hija de la princesa de Éboli, doña Ana de Mendoza, esposa del VII duque de Medina Sidonia. Por entonces, ya era uno de los cazaderos más famosos de España y el refugio habitual de los reyes y nobles principales españoles durante sus largas jornadas cinegéticas.
En el año 1900, la Casa de Medina Sidonia, en franca decadencia, venderá el coto al señor Guillermo Garvey, duque de Tarifa, que arreglará un parque verdaderamente abandonado, aunque no podrá evitar su propia decadencia económica, que le llevará a vender más de la mitad de la propiedad en 1942 a una sociedad formada por Salvador Noguera, Manuel González y el marqués del Mérito. En 1952 se producirá un hecho fundamental en la historia del coto, José Antonio Valverde y Francisco Vernis llegan por primera vez a Doñana y observan que se trata de un espacio natural de increíble valor ecológico, principalmente para el desempeño de su gran pasión, la ornitología, esto es, la observación de los pájaros.
El coto de Doñana resulta ser un espacio estratégico de incalculable valor para la observación de los procesos migratorios de las aves, que emplean la marisma como paso intermedio – y a veces final – entre sus hábitats del norte y su destino de invierno, la costa atlántica del norte de África. Sin embargo aquel espacio ecológico singular se encuentra amenazado por el avance inexorable del cultivo de arrozales en el norte y la repoblación de eucaliptos en el oeste. Estamos en plena España desarrollista y el cultivo de alimentos básicos como el arroz y la pasta de resina y la madera del eucalipto son dos bienes demasiado valiosos como para que Franco pueda verse persuadido por algo tan etéreo como la ecología.
Por poner un ejemplo ilustrativo, en aquella época existía aún un decreto ley contra alimañas que pagaba el lince abatido a 14 pesetas y el águila imperial a otras 12 pesetas, con tal de que el cazador probase la presa cobrada llevando una muestra de sus garras. Por entonces, estas especies hoy protegidísimas se consideraban inútiles e incluso perniciosas porque disminuían la población de conejos, especie mucho más útil, al servir de alimento a los famélicos españoles. De ahí que la misión que Valverde y Vernis iban a emprender junto a Mauricio González-Gordon, hasta lograr una década después que el Parque fuese espacio protegido y reserva natural fuese una empresa de proporciones colosales.
El primer paso fue crear, en 1954, la Sociedad Española de Ornitología, que permitió aglutinar todo el interés español por esta ciencia más o menos desconocida y fomentar el intercambio con otras sociedades similares europeas. En esta labor jugó un papel fundamental Mauricio González-Gordon, ornitólogo, cosmopolita y hombre rico y de buena familia, que pudo emplear los contactos adquiridos en sus años de educación universitaria, pasados entre California y Londres, para lograr importantes adhesiones a la causa. Será Mauricio González-Gordon quien organice un encuentro en Doñana entre algunas de las más importantes personalidades científicas de la época, entre los que se encontraba Julian Huxley, primer director general de la Unesco y hermano del famoso Aldous Huxley, autor de ‘Un mundo feliz’; Alan Brooke, principal asesor militar de Winston Churchill y jefe del Estado Mayor británico durante la Segunda Guerra Mundial, nombrado posteriormente barón y vizconde de Alanbrooke; o Max Nicholson, fundador de la WWF.
Gracias a estos contactos y a la campaña que Vernis, Valverde y Gordon logran promover en el norte de Europa se creará la WWF, que en España tomará el nombre de Adena y que hoy es la institución de conservación de la biodiversidad más importante del mundo, con cinco millones de socios, pero que en sus inicios se creó con un sencillo y único objetivo: salvar el Coto de Doñana. A través de la WWF, Valverde, Vernis, Gordon y sus nuevos socios lograrán recaudar dinero suficiente para su descabellado objetivo, comprar una finca de más de seis mil hectáreas, arrebatársela a sus nobles propietarios y crear un espacio natural protegido para la observación de los pájaros. La WWF logrará su objetivo recaudatorio principalmente en centro Europa, que es el hábitat natural de aquellas aves que sólo en invierno viajaban a tierras más cálidas y que tenían en Doñana una escala natural, de modo que era más fácil persuadir a los ornitólogos de estos lugares sobre la conveniencia de proteger un espacio que cuidaba a sus aves nacionales y donde podían además observarlas con excelente comodidad.
Otra prueba de fuego, quizás la principal, fue convencer a Franco sobre la necesidad de proteger un enorme espacio improductivo y mantenerlo intacto, trasladando los arrozales y los bosques de eucaliptos a otras latitudes y empleándolo sólo para la observación de pájaros. “En este momento, Vernis, Gordon y Valverde tienen la gran astucia de convencer a Franco de que en Europa estaría muy bien visto que el aislado Gobierno del dictador tuviera un gesto pedido por Europa que era conservar Doñana y no cultivarla ni arrasarla. No hay que olvidar que el primer presidente de la WWF es el príncipe Bernardo de Holanda y el grupo tiene de su lado a personalidades muy importantes con influencia también en el Gobierno británico, capaces de presionar al dictador desde distintas esferas, tanto interior como exterior. Todas estas presiones deben gestionarse en secreto, puesto que existen también muchos intereses nobiliarios y próximos a Franco que quieren mantener la zona como coto de caza y lugar de veraneo”, explica Jorge Molina, autor de ‘Doñana, todo era nuevo y salvaje’, el único libro editado hasta la fecha que aborda de forma monográfica la historia del Coto.
Uno de los grandes protagonistas de esta historia será también José Antonio Valverde, un hombre con una tuberculosis tan acuciante que fue expulsado del sanatorio en el que estaba internado para que dejase su cama a otra persona más sana y con más posibilidades de vivir. Valverde, hijo de una familia modesta empobrecida por la guerra, regresará a su casa de Valladolid y contactará por carta con un profesor salmantino llamado Francisco Vernis, dando lugar a aquella embrionaria Sociedad Española de Ornitología. Pese a aquella enfermedad que le había desahuciado prematuramente a principios de los años cincuenta, Valverde vivirá hasta los 77 años y no morirá hasta 2003, viendo el desarrollo completo de su gran proyecto, la Reserva Biológica de Doñana, creada en 1964 y la Estación Biológica de Doñana, creada un año después. Valverde, primer director del Parque, será considerado el auténtico padre de Doñana y aunque no pudo ir a la Universidad, también fue considerado maestro de biólogos.