Culión, la conocida como «isla de los muertos vivientes» en Filipinas está luchando para poder dejar atrás su estigma de la lepra, más de una década después de que su población formada por deportados haya sido curada. Antaño impenetrable, Culión albergó la mayor leprosería del mundo.
Esta isla de unos 389 kilómetros cuadrados, situada al norte de la paradisíaca isla de Palawan, en el oeste del país, estuvo habitada por más de 7.000 leprosos durante los años 30 del siglo pasado, pero hoy todos los lugareños que sufrieron la enfermedad están curados.
Pese a que Culión fue declarada libre de lepra en 1988, algunos de los pacientes más ancianos no fueron reclamados por sus familias y por caridad se les permitió quedarse en una pequeña habitación del antiguo sanitario, ahora reconvertido en un moderno hospital, ha explicado su director, el doctor Valeriano López. Otros están alojados en domicilios particulares, al cuidado de familiares o vecinos. Dado que ya no se les considera una amenaza sanitaria, se les deja incluso salir a la calle, algo impensable cuando se estableció la colonia.
«La gente cree que todos los que vivimos aquí somos deformes, mencionar la isla hace pensar en lepra, pero ahora somos una isla como otra cualquiera», afirma el doctor Arturo Cunanan, director del sanatorio de Culión y considerado un experto en esta enfermedad infecciosa, a Efe.
«Ahora ya no hay nadie infectado. En 12 años no hemos tenido un solo caso y las personas que se ven con síntomas son pacientes ya curados. Los tratamientos modernos permiten una recuperación muy rápida«.
Cunanan, nacido en Culión y nieto de enfermos de lepra, recuerda que «hace 20 ó 30 años, la infección era visible en ocho de cada diez personas que se veían por la calle«.
El estigma era tal, que cuando la isla fue declarada municipio en 1992 (antes era considerada un sanitario, bajo la administración del Ministerio de Sanidad), muchos habitantes abogaron por cambiarle el nombre para que la leprosería cayera en el olvido.
Víctimas de la marginación
Hilarion Guia, el primer alcalde que tuvo el municipio y curado de la lepra desde hace más de 20 años, se acuerda bien de cómo muchos jóvenes de Culión que querían estudiar en las universidades del país tenían que ocultar su procedencia para evitar ser discriminados por los alumnos y en otros círculos sociales
«Les daba vergüenza. Ellos fueron mi inspiración para luchar por cambiar nuestra reputación«, dice Guia, quien fue apartado de su familia para ser internado en Culión en 1950, cuando tan solo tenía ocho años.
«Quedé marcado la primera vez que llegué a Culión. Excepto los médicos y otro personal sanitario, todo el mundo estaba muy afectado por la enfermedad, sus cuerpos estaban deformados. Lo primero que pensé es que algún día sería como ellos», rememora.
Guia, a quien la lepra causó deformaciones en sus manos y pies, recuerda que no tuvo otro remedio que aceptar ser trasladado a la que llaman la «isla de los muertos vivientes», donde durante unos años estuvo acompañado por un tío carnal también infectado.
«Gracias a ello pude tener una escolarización y convertirme después en profesor. En mi provincia, mi abuela que me cuidaba no quería mandarme a la escuela por miedo a que otros niños se rieran de mí», dice.
Una sección del hospital financiada por la organización española Anesvad continúa acogiendo a media decena de enfermos de lepra que, dolidos y hartos de la discriminación en sus provincias, buscaron aquí ayuda médica para curarse de su mal lo antes posible.
«Cuando mis vecinos en la isla de Negros descubrieron que tenía esta enfermedad me hicieron la vida imposible. Construyeron una valla alrededor de mi casa para no dejarme salir. Aquí la gente no me tiene miedo», dice Verónica, una paciente de 47 años que aunque ya ha sido curada aún tiene activos algunos síntomas.
La leprosería, una fortaleza
La leprosería de Culión, ubicada en una fortaleza ubicada en la zona más elevada de la isla, fue creada en 1906 por las autoridades coloniales estadounidenses emulando el exitoso modelo probado años antes en la isla hawaiana de Molokai.
En esta fecha, comenzaron a aterrizar en Culión los primeros grupos de leprosos, y un año después se aprobó una ley que instaba a las fuerzas de seguridad a detener a cualquier persona sospechosa de padecer la lepra. Todos los diagnósticos positivos eran enviados a la colonia, cuya población empezó a crecer de forma vertiginosa, hasta llegar en 1925 a la cifra de 16.138 internos, la mayor de cualquier leprosería del planeta.
La segregación de los infectados fue total: los habitantes originales fueron expulsados, se acuñó una moneda propia para evitar la mezcla con la de circulación en el resto de Filipinas y se establecieron dos zonas, una de enfermos y otra de sanos, separadas por puestos de control que siguen en pie como monumento al trágico pasado.
La marginación continuaba incluso después de muertos, pues las personas que habían sufrido la infección eran enterradas en un cementerio y aquellas que no en otro, por pleno derecho.
Tras la independencia de Filipinas, muchas personas abandonaron la isla, pero Culión continuó siendo un sanatorio al que pacientes venidos de todas regiones llegaban para vivir y huyendo del desprecio de sus vecinos o incluso de sus familias.
«Mi mujer me abandonó y no vi a mis hijos durante 20 años por la enfermedad. Aquí me siento bien, no quiero irme de Culión», dice Larry, un antiguo paciente de 61 años casado en segundas nupcias con una mujer de 39 años que también ha padecido la enfermedad.
La lepra es una enfermedad causada por una bacteria que al dañar los nervios causa insensibilidad en los miembros afectados y heridas y deformaciones.
En Filipinas se registran cada año de 1.000 y 2.000 nuevos casos, según los datos que manejan las autoridades sanitarias.
La lepra en la actualidad
Actualmente, el diagnóstico y el tratamiento de la lepra son bastante sencillos y la mayoría de los países endémicos se esfuerzan por integrar los servicios de atención necesarios para esta enfermedad en los servicios de salud generales existentes. Esto es especialmente importante para las comunidades insuficientemente atendidas y marginadas, con más riesgos de sufrir esta enfermedad. Normalmente, éstas suelen ser las más pobres entre los pobres.
Según los informes oficiales de la Organización Mundial de la Salud (OMS), procedentes de 121 países y territorios, la prevalencia mundial de la lepra a principios de 2009 fue de 213 036 casos, mientras que el número de casos nuevos detectados en 2008 había sido de 249 007. En todo el mundo, durante 2008, se detectaron 9126 casos nuevos menos que en 2007 (un descenso del 4%).
Todavía quedan bolsas muy endémicas en algunas zonas de Angola, el Brasil, la India, Madagascar, Mozambique, Nepal, la República Centroafricana, la República Democrática del Congo y la República Unida de Tanzanía. Estos países siguen estando muy comprometidos con la eliminación de la lepra y siguen intensificando sus actividades de control de la enfermedad.