El conservador Partido de la Independencia, que gobierna en coalición con los centristas, encabeza los sondeos para las elecciones legislativas anticipadas del sábado en Islandia, sin mayorías claras, con el Partido Pirata como escolta y con una fuerza centrista como probable árbitro.
Los estudios de opinión muestran desde hace semanas una tendencia ascendente para los conservadores, dominadores tradicionales de la política islandesa, a la vez que los «piratas» pierden apoyos, aunque están a las puertas de lograr un resultado sin precedentes en otros países, menos de cuatro años después de su creación.
La última encuesta difundida por los diarios Visir y Fréttabladid y el canal de televisión Stöd 2 da como ganador al Partido de la Independencia con el 27,3%, casi nueve puntos más que los «piratas»; seguidos de cerca por el Movimiento de Izquierda Verde, con el 16,4.
Los conservadores de Bjarni Benediktsson, actual ministro de Finanzas, vislumbran el triunfo -algo que solo no ha ocurrido una vez en unos comicios generales desde la independencia del país en 1944: en 2009, en medio de la histórica crisis económica-, pero tienen difícil aglutinar una mayoría absoluta.
Su socio en el gobierno, el Partido Progresista, ronda el 10 %, la mitad del apoyo logrado en 2013, castigado por el escándalo originado en abril por los vínculos con los papeles de Panamá del primer ministro, Sigmundur David Gunnlaugsson, forzado a dimitir.
Los cuatro partidos opositores de centroizquierda rechazan cualquier pacto con el actual gobierno, por lo que su única posibilidad sería Reforma, una escisión pro Unión Europea (UE) del Partido de la Independencia surgida hace unos meses y a la que varias encuestas sitúan como cuarta fuerza.
Pero Reforma se ha mantenido en una posición ambigua: defiende un hipotético gobierno de centro, a la vez que asegura que no pactará con los conservadores, y rechazó la invitación del Partido Pirata a reunirse con el resto de la oposición antes de las elecciones.
Aunque los «piratas» han perdido fuerza -lideraron los sondeos más de un año y en abril llegaron a tener el respaldo del 43 %-, se mantienen bien situados y han ejercido de facto de virtuales líderes de la oposición, aunque son la fuerza parlamentaria más pequeña, tras superar en 2013 por una décima el mínimo del 5 %.
A iniciativa suya se han celebrado reuniones entre las cuatro fuerzas parlamentarias opositoras -rojiverdes, socialdemócratas y el centrista Futuro Brillante-, que culminaron ayer con una histórica -por inusual en Islandia- declaración en la que muestran su voluntad de gobernar juntos, como ya hacen en la capital.
El problema es que ningún sondeo les da desde hace días mayoría absoluta, lo que refuerza a priori el papel de árbitro de Reforma.
Los «piratas» han sacado rédito a su condición de fuerza nueva frente al descrédito de la clase política en un país azotado por la corrupción y la crisis en la última década, y a su defensa de ideas como el fomento de la democracia directa, la propiedad pública de recursos naturales y una nueva Constitución.
Aunque el Partido Pirata, al que sus críticos acusan de no tener postura clara en muchas cuestiones, reúna una mayoría absoluta tras las elecciones, no es seguro que vaya a liderar un gobierno.
La ausencia de un líder claro y la condición de política más popular del país de la líder rojiverde, la ex ministra Katrin Jakobsdóttir, podrían llevar a esta a la jefatura de gobierno.
Katrin Jakobsdóttir ha conducido de nuevo a su partido a la lucha por el poder menos de cuatro años después de sufrir un duro castigo electoral por formar parte del primer gobierno de izquierda de Islandia, nacido tras la crisis de 2008 y que acabó siendo muy impopular por impulsar una dura política de recortes sociales.
Peor le ha ido a la Alianza Socialdemócrata: de ganar en 2009 con casi el 30 % y colocar a Jóhanna Sigurdardóttir de primera ministra, pasó cuatro años después a menos de la mitad; y pese a cambiar de nuevo de líder, los sondeos la sitúan ahora como una fuerza residual y con problemas para superar la barrera mínima.