«Primero habría que hablar del derecho a la autodeterminación, que es un derecho falso. Y es falso porque no hay una forma de determinar quien es el sujeto que ejerce dicho derecho. Además, es un derecho que nunca se especifica cuantas veces se puede ejercer. Y si se estuviese ejerciendo constantemente, podría en entredicho la existencia de cualquier comunidad política, y así no se podría gobernar.
Si el resultado de un referéndum ejercido sobre las bases de este supuesto derecho de autodeterminación da un resultado negativo, se supone que el referéndum no se puede volver a celebrar hasta que pase un largo tiempo. Así al menos se pactó en Quebec, y luego están celebrando referéndums cada cinco y diez años. Un derecho o se puede ejercer siempre o si no, no es un derecho, y el ejercicio del derecho a la autodeterminación, por fuerza, tiene que estar limitado. A parte, hay que tener en cuenta que si los ingleses han permitido que se celebre el referéndum de Escocia es porque saben que los nacionalistas escoceses van a perder.
Podemos observar que cuando se invoca este supuesto derecho de autodeterminación se hace sobre la base de un principio: La realidad histórica. Y resulta que Cataluña nunca ha existido como nación. Las naciones, en sentido estricto, nacen en el siglo XIX y son fruto de una ideología romántica que surge en Alemania y luego vertebra Hegel. Por lo tanto, en el siglo XIX difícilmente podría Cataluña ser una nación.
Por otra parte, cuando en los siglos XIII, XV o XVII se hablaba de naciones, esto se hacía en un sentido muy distinto del actual. Las naciones podían ser una región, un reino o una ciudad. Cuando en los antiguos textos de las universidades hablan de naciones, vemos que, por ejemplo, se refieren a las gentes del Piamonte, Nápoles o Roma. Nada de esto tiene que ver con la existencia de una conciencia colectiva de nación moderna que exige un Estado que la custodie.
Pero sucede que en Cataluña todo el mundo, hasta los que no están a favor de la independencia, dan por supuesto que Cataluña es una nación. La misma Constitución habla de nacionalidades. Y naturalmente, como decía antes, toda nación moderna necesita de un Estado que garantice su pervivencia.
Pero los hechos son tozudos, y el caso es que Cataluña nunca ha existido no ya como nación, sino ni siquiera como reino. En España podemos hablar de los reinos de Jaén, Murcia o Valencia -todos ellos sí que existieron, aunque estos títulos significaban cosas muy distintas-, pero Cataluña era el Condado de Barcelona y cuando obtuvo entidad de reino fue integrándose en el Reino de Aragón.
A esto hemos de añadir que cuando los catalanes se levantaron en 1714 lo hicieron para defender a un único Rey para toda España, aunque es verdad que lo hacían también para defender la pervivencia de unas leyes tradicionales, que eran mucho menos uniformes que las actuales. No pensaban en la independencia de España.
Así pues, una cosa es defender la independencia de Cataluña y otra, muy distinta, asumir que España está constituida por una diversidad de pueblos con distintas tradiciones culturales y lingüísticas. Y quien ignore esto, ignora la realidad de España.
Los nacionalistas dicen que defienden el catalán y la cultura catalana. Yo también lo hago. Pero toda esta tradición cultural catalana estaba precedida por una idea superior, que era el proyecto de la unidad de España, que a su vez estaba sostenida sobre la comunión de fe cristiana. Hoy en día, frente a los nacionalistas catalanes, se habla del patriotismo constitucional español. Pero este patriotismo constitucional lo siente muy poca gente. Vemos como se ha vaciado la idea de España, y esto es una tragedia. Frente a los independentistas de Cataluña no se afirma la verdad de la Historia de España.
Y comparar a Cataluña con Escocia no tiene sentido. Escocia, hasta el siglo XVII, fue un reino independiente que tenía sus propios reyes. Gran Bretaña ha sido la unión de una serie de reinos que han existido de manera independiente hasta hace realitivamente poco.
A parte de lo dicho, añadiría que el nacionalismo no es el amor a una historia o una lengua concreta, sino que es una ideología abstracta que, como decía, nace en el siglo XIX».
– José María Alsina Roca es Catedrático emérito de Filosofía, director del Centro Superior de Formación del Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala y rector honorario de la Universidad CEU Abat Oliba de Barcelona.