Tras ocho intentos de paz fracasados, parece lógico pensar que algún factor decisivo ha faltado en cada una de las mesas de negociación, para que todos los procesos naufraguen sin excepción. Sobre todo si tenemos en cuenta que al menos en cinco ocasiones – Oslo, Camp David, Hoja de Ruta, Annapolis y la actual, auspiciada por John Kerry y Obama – las partes se han sentado a discutir al más alto nivel. Encontrar la llave del acuerdo parece ser la piedra filosofal de un conflicto de seis décadas cuyas negociaciones además están sujetas a numerosas presiones que condicionan a sus líderes y que les conducen a reacciones imprevisibles. Esto ocurrió, por ejemplo, con Yaser Arafat en Camp David, quizás el plan de paz que más cerca estuvo del éxito. “Si algo se le puede reprochar a Arafat es que no tuvo la gallardía ni el valor suficiente para aceptar la paz que le proponían. Camp David le costó la vida a Anwar Sadat, Oslo a Isaac Rabin, mientras que a Palestina, parece que le cuesta arriesgar. Con perspectiva histórica habría que hacerle un juicio objetivo a Arafat, midiendo no su carisma sino su eficiencia política”, explica el profesor del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda, de la Universidad del País Vasco, Víctor Amado.
Un gran paso para iniciar un proceso con perspectivas sería reconocer que se han cometido errores y uno de los más importantes ha sido, quizás, la mediación. “Si nos remontamos a los procesos de Oslo vemos que todos se basan en unas negociaciones bilaterales con la mediación de Estados Unidos. Se aparta a la comunidad internacional, se aparta a las Naciones Unidas y se condiciona el alcance de un acuerdo a un entendimiento entre las los partes. Habría que revaluar estos dos aspectos, tanto la mediación exclusiva de los Estados Unidos como la reducción a un proceso bilateral. Esto se lograría devolviendo el proceso al marco del cual no debió salir, que es el de Naciones Unidas”, opina Ignacio Álvarez-Ossorio Alvariño, profesor del Área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante.
Para el investigador de la Universidad de Alicante, en vez de imponer nuevos términos para una negociación que nunca fructifica, “debería tratar de alcanzarse un acuerdo dentro de la legalidad internacional y las resoluciones de Naciones Unidas, que implicaría el repliegue de Israel de los territorios ocupados. Si el marco de la mediación norteamericana ha fracasado ya en varias ocasiones, esta debería quedar invalidada y habría que probar con nuevas posibilidades e inventar otro esquema. Esta es además la posibilidad que baraja la OLP, devolver el dossier del conflicto a la ONU”, afirma Álvarez-Ossorio.
El presidente de la Comunidad Palestina en España, Marwan Burini, coincide básicamente con la lectura del profesor de Estudios Árabes. Para Burini, un proceso exitoso tendría que tener dos elementos fundamentales: “voluntad por parte de Israel de solucionar el conflicto basándose en las declaraciones de las Naciones Unidas y lo más importante, tiene que haber un intermediario neutral y honesto entre las dos partes”. El presidente de la Comunidad Palestina en España considera que por mucho que John Kerry se manifieste a favor de la paz, su figura siempre será vista como partidista por parte de Palestina. “Nosotros siempre hemos pedido que la Unión Europea se implique en este proceso y no esté siempre a la sombra de Estados Unidos. La UE es un gigante a nivel económico pero en política exterior, lamentablemente, deja mucho que desear”, asegura.
Para Daniel Fernández, gerente de la asociación proisraelí Acción y Comunicación en Oriente Medio (ACOM), lo que le falta a los procesos de paz es una mayor voluntad de acuerdo por parte de Palestina. “Es posible que Palestina se sienta cómoda con todas las ayudas que reciben de Europa y del resto del mundo. Por poner un ejemplo, Palestina tiene una agencia de la ONU exclusivamente dedicada a los refugiados que no sólo no ha reubicado a uno solo, sino que estos se han multiplicado por cinco y siguen teniendo el estatus de refugiados. Hay mucha gente viviendo de esto. La corrupción en Al Fatah es un hecho manifiesto y probado. Esta es la razón del éxito de Hamás, que aunque sean radicales están más cerca del pueblo, montan comedores sociales y no tienen intereses económicos”, afirma.
Según Daniel Fernández, Europa se ha gastado cinco veces el Plan Marshal en Palestina por culpa de la mala conciencia del colonialismo. “Prefieren seguir dando dinero y mirar para otro lado que exigir responsabilidades, aunque la viuda de Arafat sea una de las mujeres más ricas de Europa. Ser un estado independiente, sin ayudas, les exigiría un esfuerzo muy importante y la situación actual es mucho más cómoda para ellos, sin duda”, añade Daniel Fernández.
Desde que entró en marcha el proyecto PEGASE en 2008, de ayuda financiera directa a Palestina, la UE ha proporcionado a la causa en torno a mil millones de euros de financiación, mientras que en el período que va de 1994 a 2006 le entregó a través de diversos programas unos 2.700 millones de euros. No obstante, aunque pueda haber líderes que se sientan cómodos con esta situación, “a costa de mantener su estatus personal están perdiendo legitimidad a marchas forzadas y al final, el pueblo, se hartará de los líderes inmovilistas”, asegura el analista de Ceseden y experto en seguridad Internacional, Mario Laborie.
Para Laborie, un factor necesario para que las conversaciones fructifiquen es que Palestina cuente con un líder fuerte que se atreva a mantener un compromiso y que arrastre a la población. “Por parte de Israel hace falta una voluntad inequívoca porque de momento, parece que se siente cómodo con esta situación. Al margen de grupos terroristas puntuales, su seguridad está bastante asegurada. Palestina en cambio necesita avanzar hacia algún sitio, de ahí que busque el reconocimiento internacional, por ejemplo en Naciones Unidas. La tercera opción que se baraja es que los propios palestinos disuelvan la autoridad palestina, como una forma de romper el ‘statu quo’, aunque esta parece poco probable”, concluye.