“Fuego y furia”. Así ha reaccionado Donald Trump amenaza militar en Corea del Norte. El régimen de Kim Jong-Un advierte a EEUU de ataques inminentes al territorio estadounidense de la isla de Guam si no paralizan las sanciones internacionales de la ONU. Los norcoreanos definen su actividad militar como defensiva ante lo que sería, según dicen, la única medida para disuadir a Trump de invadir el país.
Ahora, todas las miradas apuntan a la isla asiática de Guam, territorio estadounidense con una importante base militar aérea. De cumplir sus amenazas, Corea atacaría Guam inaugurando la guerra abierta entre las dos potencias. ¿Qué consecuencias traería dicho conflicto a la situación geopolítica actual? ¿Cómo actuaría la economía asiática, donde China quiere ante todo apuntalar liderazgo? ¿Qué ocurriría con Corea del Sur y sus empresas?
Seúl, la más vulnerable a los misiles
La potencia balística de Corea del Norte pone en jaque las grandes poblaciones de alrededor: Seúl se encuentra a tan sólo 195 kilómetros de distancia de Pyongang, la capital de Kim Jon-Un. Una distancia fácilmente salvable teniendo en cuenta que sólo los misiles de corto alcance norcoreanos pueden alcanzar objetivos a 1000 kilómetros de distancia, según informa la Federación de Científicos Estadounidenses.
La población de 10 millones de Tokio también quedaría expuesta con Japón alineada con Seúl. Ante el panorama, el gobierno nipón ya ha comenzado a informar a sus habitantes de cómo actuar en caso de que caiga un misil cerca.
Pekín, actitud equidistante
China ha demostrado en varias ocasiones su pasividad con respecto a la escalada militar de su vecino coreano, una equisdistancia beneficiosa para su boyante eocnomía. Para Pekín lo primordial es asegurar el camino al ansiado liderazgo económico mundial, que precisamente ocupa Estados Unidos.
En este sentido el último movimiento chino fue el blindaje de su frontera con Corea del Norte, una estrategia con vistas a los futuros flujos de refugiados en caso de que estalle la guerra civil en la península.
Submarinos contra los misiles nucleares
La conquista del Pacífico volvería a ser un punto clave para ganar la guerra. Corea del Norte presume de fuerza nuclear pero a la vez se encuentra en el objetivo de los misiles estadounidenses desde los submarinos balísticos de clase Ohio en el Pacífico Occidental. Estas bases submarinas están preparadas para lanzar misiles Trident D-5 a objetivos preseleccionados con ojivas nucleares que tendrían una capacidad de destrucción de 195 kilómetros a la redonda.
En ese sentido, la capital Pyongyang correría un peligro en caso de guerra; la cuestión es si la comunidad internacional, con Estados Unidos a la cabeza, tuviese en consideración la población civil habitante en la capital coreana, más de 3 millones de habitantes. Un muro humano que haría, a priori, intocable al líder.
¿Y si el líder muriese?
No cambiaría gran cosa. Sus familiares y segundos al mando tomarían el control, la población lloraría por semanas la muerte del semidiós igual que lloraron por su padre y volverían a jurar lealtad al líder entrante.
Para eliminar al régimen no hay que eliminar al líder, sino el culto al líder, algo inherente en la población norcoreana. Además, el control del líder encuentra su base en el sistema de propaganda y control que sostiene el Gobierno. Incluso eliminar la camarilla detrás de Kim Jong-un se plantea improbable, una situación que nadie quiere en Corea ante la perspectiva de guerra civil. Tampoco interesaría la caída de Kim a China, aliada económico-comercial del régimen.
¿Cómo sería la guerra abierta?
Los centros militares norcoreanos no están concentrados en la capital sino dispersos en el país. Las bases balísticas están esparcidas por las cordilleras, lo que hace complicada su toma y destrucción, aunque las aleja de la población civil.
Una guerra abierta con invasión podría acabar con estos puntos militares, pero no sería sencillo: la movilización de activos militares de Estados Unidos en el Pacífico y el posicionamiento de las fuerzas japonesas pondría en alerta al régimen de Kim, que podría fácilmente activar su plan de ataque nuclear con sus misiles de corto, medio y largo alcance.
El balance de la guerra quedaría determinado por el intervencionismo extranjero: si China decidiese proteger a su histórico aliado y Rusia y la OTAN planeasen intervenir para equilibrar la balanza internacional, el conflicto podría alcanzar dimensiones mundiales.
Una vez iniciada la guerra
La primera reacción tras el estallido de la guerra sería el ataque a Corea del Sur desde Pyongyang, el culmen de una guerra fría constante desde que en 1953 se dividiese la península en dos: el norte alineado con el comunismo y el sur con EEUU.
También serían objetivo militar los territorios americanos en el Pacífico, como la isla de Guam que ya ha recibido amenazas de ataque a distancia. En dicha isla se encuentra una importante base militar aérea estadounidense.
En cuanto al alcance de los misiles de gran alcance de más de 5.000 kilómetros, en teoría Corea del Norte tendría alcance hasta algunos territorios europeos y otros americanos que englobarían ciudades como Denver y Chicago, aunque estaría por probar que los misiles norcoreanos efectivamente pudiesen alcanzar dichas distancias.
Las consecuencias económicas
La guerra para Corea del Sur sería devastadora para su economía. Un mercado tecnológico puntero que ha dado al mundo compañías de la talla de Samsung o Hyundai.
Los mercados financieros se resentirían y las bolsas asiáticas se tambalearían, lo que sería un empuje para el franco suizo y el dólar, más débil que nunca en la nueva era Trump.
La guerra civil en Corea crearía un flujo de refugiados incontrolable hacia China, que perdería su aliado económico y tendría que lidiar con la crisis en la frontera. Tras la guerra, sería necesaria una cooperación internacional a gran escala entre Estados Unidos y la Unión Europea para reconstruir la economía de las dos Coreas y reparar los daños a la población civil, a todas luces la gran víctima de esta hipotética guerra.