A las 9.30 de la mañana las puertas de la escuela Sandy Hook, en Conneticut, se cerraron como un día cualquiera para que dieran comienzo las clases. Pero no iba a ser un día más. Cómo se saldó el tiroteo perpetrado por un joven de 20 años en el interior, lo sabemos: con la muerte de 20 niños de entre cinco y 10 años y la de seis empleados del centro. Cómo se vivió, lo cuentan los testigos presenciales. Tiros, ecos que sonaban como explosiones y niños que gritaban y lloraban aterrorizados fue el sonido de la masacre, según recoge The New York Times. Acostumbrados a los simulacros de situaciones de emergencia, los maestros de este centro de 300 alumnos ordenaron a los niños que se situaran en un rincón de las aulas, bajo las mesas o dentro de los armarios.
Laura Feinstein, una de las profesoras, al escuchar que algo pasaba llamó a las oficinas del centro: «¿Va todo bien, Deb?», preguntó. «Hay un hombre armado en la escuela», fue la respuesta. «Oí disparos yendo y viniendo», recuerda la profesora. «Llevo 11 años trabajando aquí y nunca imaginé que alguien pudiera hacer algo así a estos pobres niños», concluye.
También en el gimnasio, un lugar ruidoso de por sí, el caos y los tiros se oyeron con claridad. Brendan Murray, de nueve años, se encontraba en ese edificio: «Escuchamos explosiones. Luego empezamos a oír gritos y disparos, muchos disparos». «Escuchamos a alguien gritar «¡Manos arriba!» y otra persona respondió «Por favor, no dispares». Entonces nos escondimos en un armario», recuerda el pequeño.
Otro niño que se encontraba en un pasillo asegura que presenció algunos disparos: «Vi balas cruzar el pasillo y, entonces, una profesora me empujó dentro de un aula», afirma el pequeño a la WCBS.
También en la biblioteca del centro los tiros se oyeron con claridad y se actuó según los protocolos, apesar del terror. Una de las bibliotecarias, Yvonne Cech, escondió a 18 alumnos de cuarto curso (los mayores) en un armario. Asegura que se oyeron más de cien disparos.
Kaitlin Roig, una profesora del centro, cuenta entre sollozos a la cadena ABC que mientras oían los disparos en el exterior del aula ella decía a los niños «que estuvieran tranquilos, que todo iba a ir bien y que les quería«.
Brad Tefft, un residente de la zona, cuenta que la hija de sus vecinos estaba en la escuela:«La niña estaba en una de las aulas de los más pequeños cuando el asesino entró y disparó al profesor. Luego la pequeña huyó al pasillo y se encontró con dos cuerpos cubiertos de sangre en el camino».
Los niños, pequeños, asustados y desorientados vivieron el suceso con horror y confusión: «Algunos niños decían que tenían dolor de estómago», apunta una pequeña. Otro niño recuerda que un policía entró en el aula y preguntó: «¿Está aquí [el hombre armado]?. Como no estaba, se marchó». «Estábamos muy asustados y algunos niños lloraban», señala otra alumna.
Finalmente, los tiros cesaron, pero los profesores aún mantuvieron a los niños dentro de los armarios, o donde se hubieran refugiado, durante quince minutos, hasta que a través de la megafonía del centro se escuchó la voz de un efectivo de las fuerzas de seguridad: «Todo esta bien ahora. El lugar es seguro».
Brendan señala que, cuando los tiros cesaron, la policía les ordenó «salir al pasillo, cogerse de las manos y cerrar lo ojos«.
«Todo el mundo estaba histérico. Los padres, los alumnos… Fue horrible», recuerda un padre
Los padres, avisados del suceso, fueron llegando al centro educativo, aterrados, al no conocer aún la suerte que habían corrido sus hijos. A su llegada, daban sus nombres y accedían a una sala donde esperaban los niños que habían sobrevivido. «Todo el mundo corría hacia sus hijos», apunta Peter Nikolis, de 44 años, cuya hija de 8 sobrevivió ilesa, según recoge The New York Post. «Había, al menos, diez familias destrozadas. En la escuela estaban repartiendo agua para tratar de tranquilizar a la gente», explica.
«Fue horrible», explica el padre de Brenda Lebinski de 9 años. «Todo el mundo estaba histérico, los padres, los alumnos. Algunos niños salían de la escuela ensangrentados. No sé si estaban heridos, pero sí cubiertos de sangre», recuerda aún en shock.
Carrie Battaglia, de 39 años, explica que sus hijas de 6 y 8 años, ambas supervivientes, describieron la escena como si se tratara de «una película».