La llegada al poder de Raúl Castro, primero de forma interina y después definitivamente, vino acompañada de una serie de reformas que sin responder a un proceso de democratización tal y como lo entendemos en occidente, sí parecen dirigidas a una apertura socioeconómica justificada por el pragmatismo de su líder, que está dispuesto a renunciar a todas aquellas normas que considera subsidiarias para lograr un bien superior, que es la pervivencia del régimen. “Raúl Castro está intentando hacer lo que nadie nunca ha logrado, que es reformar un sistema colectivista para convertirlo en eficiente. Esto es imposible, está abocado al desastre y es algo que incluso me ha reconocido Boris Yeltsin. No hay solución hasta que se convenza de que no hay que reformar el sistema, sino sustituirlo”, explica el escritor, periodista y disidente cubano, Carlos Alberto Montaner, afincado en Madrid desde hace años.
Para Montaner, la táctica de Castro es reformar sin dejar de controlar, lo que al final acaba traduciéndose en poco más que migajas para el pueblo. Y pone un ejemplo. “Cuba autoriza 175 actividades privadas, cuando hay clasificadas 10.500 ocupaciones, que son las que se desempeñan en los países donde la economía funciona”. Se refiere, Montaner, a los cuentapropistas, los nuevos emprendedores cubanos. Emprendedores ‘sui generis’, puesto que sólo pueden emprender pequeños negocios y les están vedadas actividades liberales habituales en todos los países occidentales, como la abogacía o la medicina. Mientras los cubanos emprenden para sobrevivir pequeñas actividades, las grandes empresas y las medianas, unas 2.500 en total, siguen en manos del Estado.
La llegada de Raúl Castro al poder de forma interina en julio de 2006 dio paso a una serie de reformas que comenzaron en marzo de 2008, cuando levantó la prohibición de los cubanos de alojarse en hoteles, medida que vino acompañada de la liberalización de la venta de ordenadores, electrodomésticos y teléfonos móviles. No obstante cabe decir que Cuba tenía en 2010 el acceso a Internet más lento del mundo, sólo superado por el archipiélago Mayotte y que a día de hoy sólo el 15% de la población tiene acceso a la red. En abril de 2008 se produjo también una importante medida en materia agrícola al entregarse en usufructo las tierras ociosas a las cooperativas y los campesinos con el objetivo de reducir la dependencia exterior.
En 2009 vino una buena noticia pero del lado norteamericano, al levantar las restricciones a los viajes familiares a Cuba y al envío de remesas, una medida que es difícil de cuantificar pero que ha sido fundamental para el sostenimiento del Estado. “Las instituciones familiares son muy fuertes en Cuba, un comportamiento que han heredado de los españoles y que ha servido para atenuar la crisis económica cuando había mayores carencias. Esto unido a los incentivos que las empresas extranjeras daban bajo cuerda a sus trabajadores para incentivarles, bonus que se entregan al margen de sus salarios – que les paga directamente el Estado cubano – y que a menudo no suponen mucho esfuerzo para estas empresas pero que al cubano le sirven para equilibrar cuentas”, asegura el investigador asociado del Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI), Francesc Bayo.
En 2010, en abril, el Gobierno empieza a arrendar las barberías estatales a los trabajadores, paso previo para que el 1 de agosto se ampliara el empleo por cuenta propia, con el objetivo de reducir las muy abultadas plantillas estatales. En la actualidad, el cuentapropismo da trabajo a 455.000 personas, aunque estos se reducen a 181 actividades permitidas, tales como los servicios de barbería y peluquería, tiendas de reparación de calzado o establecimientos gastronómicos, siempre que no se superen los cinco empleados y contando con que el establecimiento es público y arrendado por un período de diez años. Algunos son oficios decimonónicos, ya desaparecidos en otros países, como aguateros o reparadores de paraguas. En octubre de este año se puso también fin al llamado ‘igualitarismo salarial’.
En 2011 llegó la gran revolución que supuso los denominados Lineamientos, más de 300 medidas aprobadas en el mes de abril – aunque algunas, como la Ley de Inversiones, han entrado en vigor tres años después – y dirigidas a la apertura de la economía hacia el mercado. Meses antes, en enero de 2011, varios ministerios iniciaron medidas para reducir sus plantillas, al darse cuenta los analistas económicos del régimen de que sobraba medio millón de trabajadores estatales. A finales del mes de septiembre de este mismo año se autorizó la compra-venta de casas y automóviles, una transacción que parecía increíble que estuviese prohibida en Cuba y que contribuyó a inyectar liquidez en la sociedad.
Tendría que llegar el año 2013 para que entrara en vigor la ley más importante del reformismo castrista, la Ley de Migración, aprobada en enero del año pasado y que permitió, por fin, el libre movimiento sin restricciones incluso para los disidentes, que cuentan con un plazo de dos años para volver al país. De este modo, con regresar cada dos años, los cubanos pueden mantener su nacionalidad incluso sin residir en el país. Pese a ser una buena medida en el plano humano, la ley de migración no ha logrado resolver cuestiones como el aprovechamiento del potencial inversor de la diáspora, que está siendo precisamente abordado en la última Ley de Inversión Extranjera. Los cubanos siguen emigrando y sólo a Estados Unidos se marchan 20.000 personas al año. Esto legalmente.
“Se dice que los cubanos votan andando, porque no dejan de marcharse del país. Las autoridades por fin se han dado cuenta de que, ante la crisis económica es mejor dejar que algunos se marchen, porque de un lado disminuye la precariedad y de otro contribuyen a la economía local al enviar divisas. La gran contradicción del sistema cubano es que forman gente pero no les dan salida”, explica Francesc Bayo. En efecto, la disfuncionalidad del régimen económico desperdicia buena parte del talento cubano pese a que el 15% de los trabajadores en activo tiene estudios universitarios, lo que no redunda en la productividad del modelo.
“El problema de los que salen es que ya no pueden pedir asilo político, sino que se trata de una salida por trabajo, por lo que el emigrante cubano tiene que competir con el ecuatoriano, el guatemalteco y el hondureño para entrar en Estados Unidos o en Europa. Ha coincidido la apertura con un momento en que hay menos trabajo en el exterior y por eso muchos de los emigrantes se desencantan y regresan”, concluye Bayo.