Para Irán, Estados Unidos fue el «Gran Satán» en estos últimos 30 años, y Washington retrucaba que Teherán integraba «El eje del mal». Pero con tensiones atenuadas, ambos países podrían cooperar sobre los puntos calientes de Medio Oriente.
Aunque con todavía demasiado rencor para que la dupla mantenga de un día para el otro una relación de confianza, los conflictos en Afganistán, Siria o Irak significan «intereses comunes» que podrían llevar a ambas potencias a trabajar juntas, según analistas consultados por la AFP.
En sólo algunos meses, Teherán y Washington, que no poseen relaciones diplomáticas desde abril de 1990, se acercaron de forma espectacular tras un llamado telefónico histórico a fines de septiembre entre los presidentes Barack Obama y Hasan Rohani. Los gobiernos también mantuvieron comunicaciones directas, primero en secreto en Omán en 2013, y luego más abiertamente hasta lograr a fines de noviembre un primer acuerdo sobre el tema nuclear iraní.
«Los dos países se acercan con un fuerte grado de pragmatismo, en parte porque no tienen otra opción», afirmó a la AFP John Bradshaw, del centro de estudios National Security Network.
Por su parte Alireza Nader, analista en el centro de investigación RAND Corporation, predijo «un posible proceso de compromiso recíproco para resolver algunas crisis regionales».
En primer lugar se encontraría Afganistán, «el mejor ejemplo de intereses cruzados», según Nader: porque «ni Estados Unidos ni Irán quieren un regreso de los talibanes al poder», pero también porque «ambos se preocupan del flujo de drogas provenientes de Afganistán», vecino de Irán.
El experto recordó que con la caída de los talibanes a fines de 2001, Washington y Teherán habían cooperado para instalar el régimen del presidente Hamid Karzai. El negociador iraní de aquella época es el actual responsable de la diplomacia, Mohamad Javad Zarif, pieza fundamental de las negociaciones sobre el tema nuclear con las grandes potencias occidentales.
Si esta crisis nuclear internacional se soluciona, Afganistán podría entonces constituir «el mejor caso de cooperación» iraní-estadounidense, estimó Nader, subrayando que este tema tiene un «débil» significado ideológico para ambos países.
Todo lo contrario sucede con Siria. Washington y Teherán tienen posiciones antagónicas sobre esta guerra: los estadounidenses apoyan a la oposición y acusan a Irán de ser «un mecenas del terrorismo» por su apoyo militar al movimiento chiita libanés Hezbolá, que combate junto a Damasco.
De todos modos, Alireza Nader destaca «algunos puntos de convergencia»: «Irán y Estados Unidos se preocupan con el crecimiento de Al Qaida y el extremismo sunita» en Siria.
Este mismo temor de un impulso de Al Qaida y los extremistas sunitas en Irak, hoy dirigido por chiitas, alimenta también los intereses conjuntos de Teherán y Washington, destacan Bradshaw y Nader.
Así, las fuerzas armadas iraníes anunciaron el fin de semana pasado estar listos para brindar equipo militar y aconsejar a Irak para apoyarle en su lucha contra Al Qaida. Paralelamente, el Pentágono va a acelerar sus entregas de misiles y drones de vigilancia a Bagdad para ayudar a combatir a la red extremista.
Pero esas «vías de cooperación» todavía son pequeñas y no llevarán por el momento a una «alianza» entre Irán y Estados Unidos, que «continúan siendo competidores para Medio Oriente», aplacó Nader.
«La hostilidad de la República islámica para con Israel es probablemente el mayor obstáculo de cooperación entre Irán y Estados Unidos», afirmó.
De hecho el acercamiento histórico iraní-estadounidense es visto con muy malos ojos del lado israelí y en el Golfo, comenzando por Arabia Saudita -competidor de Teherán en la región-.
En Washington también, una parte del Congreso se opone a bajar la guardia ante Irán, impulsando incluso un refuerzo de las sanciones.
Cooperar con Irán, especialmente para combatir a Al Qaida, equivaldría a «ofrecer a un pirómano con qué encender un incendio», señaló Raymond Tanter, exintegrante de la administración Reagan, en la revista Foreign Policy.