En medio del inestable contexto energético en el que se encuentra Ucrania después de que Gazprom le subiera las tarifas del gas, el presidente estadounidense, Barack Obama, se ha comprometido a aumentar las exportaciones de gas natural licuado (GNL) a Europa. También su secretario de Estado, John Kerry, presentó esta posibilidad durante su reunión, la semana pasada, con la Alta Representante de la Unión Europea para Política Exterior, Catherine Ashton, como alternativa a la dependencia energética de Europa con Rusia.
Y es que la competitividad energética de Estados Unidos ha aumentado considerablemente hasta el punto de llevar al país norteamericano a ser considerado como el que le hará sombra al actual gigante energético, Rusia. Tras la crisis que supuso la anexión de Crimea a Rusia, ‘The New York Times’ anunciaba una nueva “era de diplomacia estadounidense del petróleo”, una medida que no es nueva si se tiene en cuenta que Hillary Clinton, durante su etapa de secretaria de Estado, creó un departamento dedicado a la extracción de crudo por fracturación hidráulica: el conocido y polémico ‘fracking’.
Esta técnica, criticada con contundencia desde los organismos en defensa del Medio Ambiente, es la que Washington ha aplicado para la extracción de petróleo y gas natural y gracias a la cual ha conseguido hacer sombra a Moscú. A esta práctica también se ha recurrido para extraer gas de pizarra o de esquisto, una nueva fuente de energía que ha tenido un impacto significativo en el aumento de competitividad del país, donde se estima que se han invertido cerca de 45.000 millones de dólares sólo en 2013.
Gracias a esta técnica, que ha conseguido multiplicar por diez la producción de gas de esquisto y reducir el precio mayorista de gas natural a la mitad, Rusia podría dejar de ser un competidor energético directo para Estados Unidos, pero indistintamente de que esto ocurra o no, lo cierto es que al menos ha conseguido convertirse en un país energéticamente independiente y ha logrado salvarse de la presión que ejerce el Kremlin en esta materia. Lo que no ha conseguido ha sido desbancar a Rusia en cuanto a cifras de exportación.
Exportar gas de EEUU a Europa
Al hilo del compromiso de Obama con el incremento de la exportación, Bruselas y Washington celebraron la perspectiva de esas nuevas “exportaciones estadounidenses de gas natural licuado en el futuro» y consideraron que «los suministros globales adicionales beneficiarán a Europa y otros socios estratégicos».
Ante esta petición ha reaccionado el analista especialista en gas y crudo de la compañía Renaissance Capital, Ildar Davletshin, que ha considerado que esta perspectiva no está muy clara dado que “Estados Unidos no cuenta con instalaciones de exportación disponibles”.
“Además, el gas de esquisto ha jugado un importante rol a la hora de impulsar la competitividad de la industria estadounidense sobre la europea, por lo que se puede esperar que se ejerza presión desde la economía nacional para mantener la mayor parte del gas dentro de Estados Unidos”, asegura Davlesthsin. Sin estar muy lejos de la realidad, el Departamento de Energía no ha autorizado más que un puñado de permisos de exportación de gas y petróleo, a pesar de las numerosas peticiones por parte de las compañías energéticas. El motivo es que una posible exportación podría elevar los precios de la energía dentro de Estados Unidos, provocando aumentos en las facturas de los consumidores y de las industrias nacionales.
Sin instalaciones no hay exportación
En este mismo contexto, el portavoz del gigante gasista ruso Gazprom, Sergei Kupriyanov, afirmaba este sábado durante una entrevista en la televisión rusa que el gas norteamericano no podía convertirse en una alternativa al ruso debido, precisamente, a esta falta de instalaciones. Kupriyanov, que rechaza la posibilidad de que EEUU exporte GNL, sostiene que esta propuesta es “populismo político” puro.
Más allá de cualquier juicio de valor de estas declaraciones, sería de extrañar que Europa, y particularmente Ucrania, comenzaran a importar un gas que tiene que ser transportado en buques especiales y que para su uso, debe ser manipulado en una planta de regasificación. Para recibir este tipo de energía, los países receptores deberían contar con estas instalaciones. Cabe pensar que, si todos contaran con ellas, se fomentaría antes la interconexión entre países dentro del propio bloque europeo, como España y Francia, para favorecer la entrada de gas a Europa desde el propio continente y reducir más los costes del suministro.
A pesar de que las exportaciones de gas estadounidense a Europa pudieran ser positivas a corto plazo en una coyuntura de desabastecimiento energético, como podría ocurrir en caso de que Kiev decida no abonar la deuda acumulada o hacer frente a los nuevos precios, provocando el corte del suministro por parte de Gazprom, la solución a largo plazo para seguir los pasos de Estados Unidos y adquirir independencia energética sería invertir en infraestructuras dentro de territorio europeo para permitir el traspaso de gas desde puntos con grandes entradas de gas, como ocurre con España. En este sentido, Europa no debería desoír la segunda parte de las recomendaciones de Obama: la de desarrollar propias fuentes de energía para depender lo menos posible de terceros países.