El país más joven del mundo se desangra. Sudán del Sur vive su mayor prueba desde que en julio de 2011 se separase de su hermano del norte. Los choques entre los leales al presidente Salva Kir y los seguidores del ex vicepresidente Riek Machar reviven la llama de la guerra civil con su vecino del norte que costó la vida a un millón y medio de personas. La inestabilidad amenaza, una vez más, a este país rico en petróleo pero pobre en educación y salud.
Sudán del Sur es escenario de combates entre el ejército leal al presidente Salva Kiir y una rebelión partidaria de su exvicepresidente Riek Machar desde el 15 de diciembre. Los combates, que ya han causado miles de muertos y unos 900.000 desplazados, comenzaron en la capital, Juba, y se extendieron al resto del país, en particular a los estados del Alto Nilo, de Jonglei (este) y de Unidad (norte).
A finales de enero, después de meses de negociaciones arduas en la capital etíope, Adís Abeba, los dos bandos aceptaron firmar un alto el fuego. Pero los problemas de fondo siguen sin resolverse y los dos bandos se acusan mutuamente de violar la tregua.
Un conflicto etnico, el origen de las revueltas
El conflicto fue originado por una lucha de poder entre el presidente Kiir y el exvicepresidente Machar, destituido en julio. El primero acusa al segundo de haber intentado dar un golpe de Estado. Machar lo niega y considera que Kiir quiere acabar con cualquier oposición con vistas a las citas electorales de 2015.
Esta rivalidad adoptó un cariz étnico y existen denuncias de matanzas entre las dos principales tribus del país, los Dinka de Salva Kiir y los Nuer de Riek Machar.