«Se podría decir que Malaui es un ejemplo de convivencia entre las religiones», dice el padre Julio Feliu desde su parroquia en Chinsapo, en Lilongwe, la capital de Malaui. Feliu lleva 47 años dedicado a los demás en Malaui, allí trabaja en dos proyectos que tiene la organización Manos Unidas. Uno de ellos ayuda en la construcción de un centro social para afectados contra el sida, el otro se basa en una propuesta de desarrollo para el fortalecimiento de las estructuras de paz.
Malawi es un oasis para la convivencia entre cristianos y musulmanes, un lugar en el mundo en que, afortunadamente, las dos religiones coexisten y se respetan, tal como relata a Teinteresa.es. «Aquí hay mucha tolerancia con el cristianismo, hay cientos de iglesias, pero los conflictos religiosos no existen. Aquí se vive y se convive», explica el misionero.
Los feligreses cristianos y musulmanes comparten sus fiestas y sus celebraciones sociales tal y como cuenta Feliu, el respecto en su comunidad, en la parroquia de Chinsapo, es absoluto: «Este lunes pasado ha sido el fin de la Fiesta del Ramadán y todos lo hemos vivido como una gran fiesta», recordaba el sacerdote.
En su parroquia, relata, «a nadie se le pregunta de qué religión es». Quizá sea porque «la etnia bantú es una etnia pacífica, son personas que crean un buena ambiente de convivencia», tal y como acredita su experiencia. En un mundo en el que los conflictos sectarios y entre distintas religiones amenazan a la paz todavía hay lugares en que los fieles de diferentes credos se respetan.
Un centro en que no se distingue a las personas por su religión
«A nuestro centro vienen musulmanes y comparten cosas con nosotros, creo que se ha avanzado mucho en la tolerancia en la comunidad de Malawi», argumenta el misionero. El padre Julio Feliu cuenta que la parroquia de Chinsapo es un lugar en el que se puede practicar incluso el discurso democrático: «Da gusto ver a la gente venir a la parroquia y que puedan dar su opinión».
A Malaui le llaman «el corazón caliente de África», puede que porque es uno de los pocos rincones del mundo donde la paz y el respecto entre credos es una máxima. «En general, cuando la gente está en paz, se convive en paz y se colabora», añade.
El sacerdote nos cuenta que el pueblo de Malaui hace grandes sacrificios, pues destaca su esfuerzo, «tiene una capacidad de aguante muy grande, no se rebelan, aguantan estoicamente», reconoce. Feliu comenta que las desigualdades entre ricos y pobres son muy grandes y la inmensa parte de la población vive en la pobreza. No obstante, sus ganas de trabajar no decaen ante las dificultades porque «la forma en la que vemos nuestra fe es en que la Iglesia está al servicio de la comunidad».
Los retos a los que se enfrenta la población de Malaui son la alta criminalidad y el esfuerzo por combatir el VIH. Los colectivos más mermados son las mujeres y los niños y la organización Manos Unidas actúa desde la parroquia de la diócesis de Lilongwe, que gestionan el llamado programa «Home Based Care», para la atención de los enfermos de sida. El centro comunitario Rainbow es otra de las infraestructuras creadas con motivo de este programa.