Pol Pot, Nuon Chea, Ieng Sary, Son Sen y Khieu Samphan. Son los nombres detrás del horror, capaces de provocar un escalofrío en cualquier camboyano. Fueron, entre 1975 y 1979, los líderes del partido de los Jemeres Rojos, como se conocía entonces al partido comunista de Camboya. Apenas cuatro años que condensaron el máximo terror y horror posible.
Los llamados »killing fields», »campos de la muerte», son cómo se conocía a las ciudades y pueblos que fueron masacraron enteras. Una obra de muerte que lleva la firma de los Jemeres Rojos, junto a las 200.000 fosas comunes que construyeron para contener los cuerpos sin vida de 1.386.734 víctimas directas del régimen. Se calcula que, en total, fueron de 1,7 a 2,5 millones las personas que murieron de hambre o enfermedad como consecuencia de las políticas implantadas por la dictadura.
Unas víctimas que ocurrían con un objetivo para el régimen: la dictadura «igualitaria» del proletariado. El ejecutivo aprovechó su cruel dictadura para vaciar ciudades, clausurar colegios, tribunales de justicia y mercados, abolir el dinero y la propiedad privada, prohibir las prácticas religiosas y obligar a la población a trabajar en el campo para producir alimentos.
El Jemer Rojo tomó el poder después de la guerra civil del país, que renombraron como República de Kampuchea. Una vez llegaron al poder, buscaron llevar al poder al pueblo, a los campesinos, y prodedieron a eliminar a todos aquellos que se oponían a sus ideas. Estos, cualquiera que tuviera contacto con alguien fuera de Camboya o con el régimen anterior o intelectuales, por ejemplo, eran enviados a unos campos de reeducación, de los que pocos salían con vida.
El régimen fue derrocado por Vietnam en 1979 y el país procedió a pasar una década bajo poder vietnamita. El jefe del Jemer Rojo, Pol Pot, murió en 1998 en el último bastión de la guerrilla maoísta en la selva del norte de Camboya, prisionero de sus propios correligionarios.