Las atrocidades del Estado Islámico (ISIS en sus siglas en inglés) son propias del medievo; decapitaciones, crucifixiones, ablaciones y torturas escalofriantes. Sin embargo, la organización que estremece de horror a Occidente no desprecia en absoluto el uso de las armas químicas. Los radicales están acorralando y gaseando centenares de iraquíes con un tóxico químico industrial, probablemente clorina, que se puede adquirir en grandes superficies comerciales.
Sin embargo su siniestro ingenio al servicio de la muerte da para mucho más. Las milicas de ISIS utilizan bombas con estos materiales a base de de cloro para minar las carreteras del país del Tígris y el Eúfrates, informa el ministerio de Defensa de Irak. Afortunadamente, por el momento las milicias integristas no cuentan aún con la cantidad de cloro necesaria para producir una verdadera masacre.
No obstante, en este sentido el canal de la televisión iraquí Al Sumariyya informó el pasado 15 de septiembre -citando fuentes policiales- del lanzamiento de proyectiles yihadistas con sustancias tóxicas contra la ciudad de Al Duluiyya, en la provincia de Saladino.
Este ataque palidece no obstante en comparación con el que tuvo lugar una semana después en una base militar de Saqlawiya, en el norte de la provincia de Faluya.
Cientos de muertos por asfixia
Allí, más de un millar de milicianos de Estado Islámico iniciaron un asedio de cinco días antes de ejecutar un ataque con coches bomba que consiguió hacer retroceder a más de 400 soldados, que acabaron atrincherándose. El ataque fue tan abrumador que el primer ministro de Irak, Haider al Abadi, cesó fulminantemente a posteriori a dos generales del Ejército iraquí por incompetencia.
El Gobierno iraquí ha asumido que unos 300 soldados murieron o fueron capturados durante la ofensiva de Estado Islámico contra la base. Sin embargo, y según el diputado del partido Dawa Alí Al Badri, Estado Islámico fue más allá del uso de armas convencionales y procedió a asfixiar a los soldados usando gas de cloro.
El gas de cloro fue empleado asiduamente por los insurgentes iraquíes durante 2007. Sus efectos en espacios abiertos no son tan peligrosos como los de otros agentes como el Sarín o el VX dado que se difumina con facilidad. Ello, sin embargo, no impidió matanzas como la perpetrada en marzo de ese año en Diyala, cuando al menos 32 personas fallecieron y otras 50 resultaron heridas al estallar una bomba de cloro en un mercadillo de Abu Sayda.