El periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano ha fallecido este lunes a los 74 años. Galeano, autor entre otros de »Las venas abiertas de América», ha fallecido en Montevideo, su ciudad natal. Enfermo de cáncer, estuvo internado por varios días y falleció en la mañana de este lunes, según varios medios uruguayos. En 1960 inició su carrera periodística en el semanario Marcha, donde coincidió con otras figuras de las letras latinoamericanas. Perseguido por la dictadura militar de su país y en la Argentina de 1976 por el régimen de Videla, el escritor se exilió en España.
Había sido proclamado doctor Honoris Causa por distintas universidades: La Habana, El Salvador, la Universidad Veracruzana de México, la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina; y la de Buenos Aires. Se casó tres veces: con Silvia Brando, Graciela Berro y Helena Villalba. Tuvo una hija, Verónica, con su primera mujer, y dos hijos, Florencia y Claudio, con la segunda.
El intelectual de la izquierda de América Latina
El escritor, cuya educación formal no superó el primer año de secundaria, afirmaba haber aprendido el arte de narrar en los viejos cafés de Montevideo, de los cuales era afecto y consuetudinario visitante.
«No tuve la suerte de conocer a Sherezade; no aprendí el arte de narrar en los palacios de Bagdad; mis universidades fueron los viejos cafés de Montevideo; los cuentacuentos anónimos me enseñaron lo que sé», dijo el autor en octubre de 2009 en Madrid.
«En los cafés descubrí que el pasado era presente y que la memoria podía ser contada de tal manera que dejara de ser ayer para convertirse en ahora», añadió entonces ese mago de las palabras, que cautivaba con sus letras y con su voz.
Galeano inició su carrera periodística a los 14 años, cuando publicó su primera caricatura en el semanario El Sol, del Partido Socialista uruguayo, bajo la firma de «Gius», onomatopeya irónica de su primer apellido de origen galés.
Entre 1961 y 1964 fue editor de la prestigiosa revista Marcha, que dirigía Carlos Quijano y que era reducto de intelectuales latinoamericanos, en la que también escribió Mario Benedetti. Luego fue director del diario independiente de izquierda Época (1964-1966).
La breve novela «Los días siguientes» (1963) y el libro de cuentos «Los fantasmas de los días del león y otros relatos» (1967) revelaron su veta literaria entre escenarios montevideanos, conflictos existenciales y atmósferas sutiles.
«Vagamundo» (1973) y «La canción de nosotros» (1975, que le dio el premio Casa de las Américas) confirmaron sus dotes de narrador, mezclando la historia social con el mito y la leyenda, lo ficticio y lo testimonial.
Con la llegada de la dictadura en 1973 a Uruguay, que duraría 12 años, Galeano, vinculado a corrientes marxistas, se exilió en Argentina, donde fundó y dirigió la revista literaria Crisis.
Dos años después se trasladó a España, a Calella (al norte de Barcelona), donde escribió para publicaciones de ese país y colaboró con medios de Alemania y México.
En la espectacular trilogía «Memoria del fuego» (I – Los nacimientos, 1982, II – Las caras y las máscaras, 1984, y III – El siglo del viento, 1986), Galeano revive el pasado indigenista latinoamericano, donde la historia y el presente se entrecruzan, en relatos breves de una potencia sin par.
Con la restauración de la democracia en 1985, Galeano regresó a Uruguay, donde residió desde entonces y mantuvo una prolífica producción.
En 1989 editó «El libro de los abrazos», que el propio autor definió como «un libro sobre los vínculos con los demás». Le siguieron recopilaciones de crónicas y artículos, e incluso un libro sobre el popular balompie, del que era un gran fanático: «El fútbol a sol y a sombra» (1995).
Fiel a su postura política, tampoco faltan los relatos de los pueblos originarios, de la lucha por los recursos naturales y cuestionamientos a la guerra en Irak, a Estados Unidos, a los grandes bancos internacionales o a las multinacionales.
Obtuvo el premio Casa de las Américas en dos ocasiones (en 1975 y en 1978) y su trilogía «Memoria del Fuego» recibió en 1989 el American Book Award, distinción que otorga la Universidad de Washington.
En 2010 recibió el prestigioso premio sueco Stig-Dagerman, otorgado «porque su escritura apoya en forma inquebrantable a todos aquellos que están marginados y condenados».