Ecuador se ha convertido en el refugio de muchos hombres perseguidos políticamente. El último y más sonado caso, el del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, coincide con otro totalmente opuesto, pero que despierta menos interés mediático.
Y es que mientras Assange intenta huir para evitar su extradición, Alexander Barankov cuenta los días para que Ecuador le envíe de vuelta a su país de origen, Bielorrusia, donde le espera presumiblemente una condena de muerte.
El caso Barankov y Assange guarda ciertos paralelismos. Huyó en 2010 hacia Ecuador, dejando atrás su puesto como capitán del Ejército de Bielorrusia, al descubrir y denunciar varios casos de corrupción que salpicaban directamente al gobierno de Alexander Lukashenko, para muchos expertos el «último dictador de Europa».
Y al igual que el fundador de Wikileaks, encontró en la red el aliado perfecto para revelarlo. Pero también su sentencia. La respuesta de Lukashenko fue inmediata. Levantó una falsa acusación de corrupción para exigir su extradición y fue detenido por las autoridades del país andino.
Durante su cautiverio, la Corte Nacional de Justicia ecuatoriana revisó su caso y le concedió la libertad ante la evidente falta de pruebas. Fue entonces, el 23 de julio de 2010, cuando el Gobierno de Rafael Correa, el mismo que ha concedido el asilo a Assange, decidió otorgarle el estatus de refugiado, por considerar que se trataba de un perseguido político.
Todo cambió el pasado 28 de junio, dos años después de su llegada. La visita de Lukashenko a Ecuador, amigo del presidente venezolano Hugo Chávez y, por ende, nuevo aliado de Correa, cambió diametralmente el proceso. Primero, su permiso como refugiado no fue renovado para, a posteriori, ser detenido y citado por la Corte para estudiar su posible extradición.
Su pareja, Mabel Andrade, tiene claro que el viaje de Lukashenko fue el detonante. Ahora lucha por evitar su extradición pues insiste en que, al igual que en 2010, la vida de Barankov corre un serio peligro si es devuelto a su país. «Podría ser condenado a pena de muerte», asegura, en el único país de Europa donde sigue vigente este tipo de condena.
Y no sería descabellado. Son bien conocidas las continuas violaciones de los derechos humanos del régimen de Alexander Lukashenko, denunciadas en numerosos informes de Amnistía Internacional.
La contradicción es evidente. Mientras Assange busca como entrar en Ecuador, para evitar ser sentenciado en EEUU, Barankov lucha por evitar su salida, que significaría la vuelta a uno de los lugares más comprometidos del mundo.