La monja Megan Rice ha vivido desde muy joven una vida llena de luchas contra las armas nucleares que la ha llevado a más de 40 arrestos por desobediencia civil e incluso ha llegado a pasar seis meses en prisión. Esta señora de 84 años no se arrepiente de ninguno de sus actos del pasado a pesar de que ahora se enfrenta a casi tres años de cárcel por su última acción activista.
En 2012, Rice junto a dos compañeros de la organización pacifista »Transform Now Plowshares», burló la seguridad de la estación de Oak Ridge en Tennessee, donde el gobierno de Estados Unidos almacena las más poderosas armas enriquecidas con uranio.
La madrugada de aquel 28 de julio, los tres se colaron en las instalaciones y llegaron a pasearse por el edificio algo más de dos horas hasta que fueron detenidos por los agentes de seguridad del complejo nuclear.
Colgaron pancartas, cintas policiales de »escena del crimen», pintaron paredes y descascaron algunas a martillazos. Para rematar esta protesta pacífica, los tres activistas repartieron biberones con sangre humana, de origen desconocido, simbolizando que las armas nucleares matan también a niños inocentes.
Cuando fueron detenidos por los guardias de seguridad, les recibieron cantando y les ofrecieron comida. Los tres activistas destacaron que sus acciones se centraban en llamar la atención sobre la poca seguridad de las instalaciones y del peligro que conllevan las mismas.
Rice ha recibido ahora la sentencia de casi tres años de cárcel. El juez que llevaba este caso, a pesar de que la monja ha solicitado la pena máxima de prisión, ha intentado equilibrar la condenas por las buenas obras de su pasado.
Fue maestra voluntaria en Nigeria y Ghana
Megan Rice nació en Manhattan el 31 de enero de 1930 en el seno de una familia católica y era la pequeña de tres hermanas. A los 18, la joven Rice decidió ser monja y estudió un grado de Biología en Villanova y Boston College.
En varias ocasiones, sus buenas acciones la llevaron a Nigeria y a Ghana como maestra en colegios. En algunas entrevistas, la monja recordaba que dormían en aulas que ni siquiera tenían electricidad y agua.
En los años 80, en algunas visitas a su ciudad natal, Rice se unió a protestas antinucleares, acompañada en varias ocasione por su madre. En 1990, la hermana Rice junto con otras monjas se echaron a pie al desierto hacia un sitio de operaciones nucleares para repartir panfletos en contra y fueron de nuevo arrestadas.
Alrededor de 1990, la hermana Rice y otras monjas que fueron a pie por el desierto hacia la sede operativa del sitio para distribuir folletos antinucleares. Pero los guardias , recordó, » se acercó con sus armas y nos trataron como si fuéramos delincuentes terribles . «Llegaron con armas y nos trataron como si fuésemos terribles criminales”, recordaba la activista en una entrevista en 2012 para »The New York Times».
En 1998 también fue detenida por repartir folletos en la ya cerrada Escuela de las Américas, un recinto militar en la que eran entrenados soldados latinoamericanos para luchar contra insurgentes comunistas. Llegó a pasar hasta seis meses en prisión.
Megan Rice ha dedicado su vida a las protestas contra las armas nucleares y asegura que morir en la cárcel sería un gran honor para ella.