En Corea del Norte no acudir a votar puede significar que el desobediente acabe encerrado en un gulag. El voto es obligatorio y los resultados de las elecciones se suelen anunciar al día siguiente del procedimiento, junto a las cifras de participación, que siempre se acercan al 100%. Los analistas aseguran que este proceso también funciona como una especie de censo, como un mecanismo para comprobar el paradero de todos los norcoreanos así como posibles deserciones o intentos de abandonar el país de forma ilegal. Todo indica que el líder Kim Jong Un ganará con el 100% de los votos, como hacía su padre. No puede ser de otra forma.
No presentarse a la cita suele ser considerado un acto de traición. «Si no íbamos a las votaciones, se nos consideraba fuerzas reaccionarias y éramos enviados a campos de concentración«, aseguró hace unos días a la agencia AP Seo Jae Pyoung, un desertor de 45 años que ejerció su derecho en tres ocasiones antes de huir del país. «Votábamos tan arrimados unos a otros que todo el mundo podía ver lo que votabas».
Las leyes obligan a los votantes a inclinarse ante el retrato de los tres líderes que han gobernado el país antes de ser presentados con una papeleta en la que aparece un único candidato por distrito y la opción de elegirle o rechazarle.
En Corea del Norte no existen las campañas electorales y el único mensaje que reciben los ciudadanos a través de los medios oificiales, los únicos, es que acudan con mucho entusiasmo a votar. Incluso, escritores del régimen redactan poemas sobre la grandeza de Kim Jong Un y lo felices que son los norcoreanos en el momento de depositar su papeleta.