Ha sido su primer saludo al entrar en la sala del tribunal donde, durante las próximas diez semanas, será juzgado por la matanza de 77 personas, el pasado verano en Oslo y la isla de Utoya.
Al quitarle las esposas, Breivik ha levantado el brazo con el puño cerrado, lo que, según el manifiesto que dejó escrito en su día en Internet, significa «la fuerza, el honor y el desafío a los tiranos marxistas de Europa».
Los primeros análisis sobre la personalidad de Breivik señalaban que se cree el salvador de Noruega, tiene delirios de grandeza y paranoias persecutorias y se describe a sí mismo como el único caballero que queda en Europa tras la II Guerra Mundial.
Breivik se creía destinado a elegir quién debía morir y quién debía vivir, se creía elegido para salvar a su pueblo, y se describía a sí mismo como el caballero más perfecto de Europa después de la II Guerra Mundial, según recogía la edición digital noruega Aftenposten.no. Asimismo, pretendía que los Caballeros Templarios asumieran el poder en Europa y se sugería a sí mismo como gobernante de Noruega.