Los niños continúan enfrentándose a duros castigos físicos en los colegios de Afganistán. Así lo indica la organización no gubernamental Save The Children en boca de su director en el país, Onno van Manen, que ha exigido al gobierno que prohíba esta práctica.
El posicionamiento de la ONG se ha fortalecido en los últimos días al conocer que un estudiante de secundaria murió siendo víctima de esta práctica en un centro al norte del país. A pesar de que está regulado en la legislación afgana, y supuestamente no se aplica, el número de víctimas menores de edad no cesa.
Save The Children ha subrayado que, aunque esté controlado, los casos en los colegios continúan. «La muerte de este niño es un ejemplo extremo de lo que puede suceder cuando se permite que el castigo corporal continúe a pesar de que la ley diga lo contrario», ha señalado Van Manen.
«Tristemente, sabemos que esta situación no es un hecho aislado. La violencia como forma de castigo es muy común en muchas escuelas y hogares en Afganistán y debe detenerse», ha asegurado el responsable de Save the Children en Afganistán.
Los casos se multiplican
Los castigos físicos en el país son habituales. En 2015, Amnistía Internacional denunció un castigo de más de 100 latigazos a un hombre y a una mujer por “adulterio”. Un juez ejecutó la sentencia públicamente en presencia de policías y de otras autoridades. La flagelación fue retransmitida por la televisión afgana.
Save The Children publicó el pasado mes de agosto un estudio donde se pone de manifiesto los niveles de violencia que diariamente se viven en el país. En un sondeo realizado a más de 1.000 niños, padres, cuidadores y profesionales de la docencia se concluye que nueve de cada diez menores han experimentado en algún momento alguna forma de violencia.
El 40% ha recibido patadas, el 21% ha sufrido intensos estrangulamientos y el 15% ha sufrido quemaduras. El estudio además señala que cuatro de cada diez adultos apoyan que los niños deben ser castigados físicamente para poder “ser criados o educados adecuadamente”.
«El estudio muestra que los niños afganos están expuestos a altos niveles de violencia desde una edad muy temprana, lo que no solo obstaculiza su desarrollo físico y emocional, sino que también aumenta la probabilidad de que usen la violencia cuando sean adultos» ha concluido Van Manen.