Redes sociales, smartphones, videojuegos… Nuestros hijos están inmersos en esta realidad pero, ¿en qué medida son una oportunidad o una amenaza? Asustan los índices de fracaso escolar, también los nuevos delitos en la red (ciberbullyng y childbrowing). En contraste, emerge toda una generación que tiene a su disposición un volumen de información cada dos días equivalente a todo lo que la Humanidad ha producido desde que se inventó la escritura hace 5.000 años.
Las nuevas tecnologías, cuyos avances son innegables en aspectos como en la organización del trabajo, la rapidez de los negocios y la simplificación de muchas de nuestras transacciones diarias, ofrecen sin embargo algunos claroscuros en el mundo educativo.
El uso de smartphones y blackberries, las redes sociales y también los videojuegos han demostrado ser un impulso en el desarrollo de la capacidad espacial y en ocasiones de la resolución de problemas, pero hacen un flaco favor a otros aspectos como la comprensión de la realidad en toda su plenitud y la expresión de la misma a través de una sintaxis coherente y argumentada.
Según los últimos informes PISA de la UE, la calidad educativa de nuestros estudiantes ha descendido considerablemente. ¿Tienen la culpa los nuevos hábitos de nuestros hijos en relación a las tecnologías? No hay estudios concluyentes en este sentido pero si contamos con lo que ellos mismos dicen en foros como el Congreso de Menores, organizado por la asociación Protégeles.com en Madrid y Luxemburgo. Niños de 11 a 15 años afirman que el tiempo dedicado a estudiar es algo residual y que no saben deslindarlo de su red social. Están conectados todo el día. Es evidente que algo falla. Y ya lo dice el refrán: si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña.
El mundo educativo debe entrar de lleno en estos contenidos
Además de un mayor conocimiento de esta realidad y de un papel educativo por parte de los padres mucho más activo, el reto más inmediato del mundo educativo es entrar de lleno en estas plataformas. El freno mayor para que esto sea así es que faltan contenidos educativos –a excepción del inglés- para smartphones. Esta realidad, además de constituir una clara ocasión de negocio, obliga en cierto modo a padres y a docentes a hacer una apuesta de futuro en este sentido.
Family Watch y la asociación Protégeles.com están organizando diversos actos en toda España dirigidos a padres, docentes y sociedad civil. El objetivo: destacar con cifras, estudios y ejemplos la magnitud no sólo del problema sino de la gran oportunidad que se presenta ante nuestros ojos.
Abordemos un caso concreto. Los videojuegos son, simplemente, una nueva categoría de la expresividad humana. Al igual que las demás cosas, los videojuegos pueden estar bien hechos o mal hechos, ser interesantes o aburridos, de alto o bajo nivel. Pueden transmitir contenidos educativos o destructivos. El videojuego es una obra digital interactiva y multimedia y su peculiaridad es que se juega en primera persona, y no siempre de la mejor manera. Un ejemplo es el juego Grand Theft Auto, donde se asume la personalidad y la carrera de un criminal o Los Sims, donde las relaciones humanas son «dulcemente», pero seriamente, trivializadas.
Una de las misiones de los padres es la administración del tiempo de sus hijos. Algunos videojuegos, es bueno saberlo, te implican hasta el punto que los apasionados transcurren docenas y docenas de horas. Son mundos ricos, complejos, llenos de personajes. En Italia, el volumen de negocios anual de los videojuegos es el doble de los dvd, ha superado el de la música, y no está muy lejos del los libros. ¿Estamos preparados para esta revolución?
(Consuelo León es profesora de la Facultad de Comunicación de la Universitat Internacinal de Catalunya, UIC)