La violencia de género no siempre es física. Con frecuencia, queda en el olvido los insultos o la comunicación no verbal donde descansa más del 50 por ciento de las humillaciones.
Hay captaciones no verbales para percibir la violencia de género. Una comunicación agresiva de la pareja, del hombre hacia la mujer. Suelen ser señales sutiles en la primera etapa que, poco a poco, van incrementándose hasta llegar a la violencia física. Son los perfectos indicadores de cómo puede desarrollarse en una violencia futura, a veces disimulada y mezclada con señales de cariño, afecto, amor. Esto confunde a la víctima porque las normaliza esta agresividad.
En Teinteresa.es hemos hablado con Teresa Baró, experta en comunicación personal y especializada en lenguaje no verbal.
¿Las adolescentes confunden los comportamientos limitadores con una actitud de amor?
“Los adolescentes y los adultos, por desgracia, también. Y estos son un modelo para los más jóvenes. Estamos inmersos en una cultura en la que todavía es un valor femenino complacer al marido o al novio. Aunque están ya mal vistas las prohibiciones explícitas por parte de un hombre a su pareja, el abusador se las arregla para que esta se autolimite. Evitará determinadas salidas, actividades o vestidos para agradarle más, para complacerle y evitar el conflicto.
¿Son conscientes del comportamiento agresivo?
Son conscientes de la agresividad física: bofetadas, empujones, zarandeos, etc. Pero no lo son tanto de los tonos de voz, las expresiones de desdén, la limitación del espacio, el control de su vida social, etc.
¿Las jóvenes de hoy están más concienciadas de la violencia que viven a su alrededor?
Solo en parte. A través de los medios de comunicación reciben información periódica sobre actos de violencia como violaciones, agresiones callejeras o violencia por parte de la pareja que acaba en muerte.
¿Se sienten identificadas como víctimas?
Reciben la información más dramática de casos extremos y esto es con frecuencia percibido como algo ajeno, que solo les pasa a otras mujeres y de un determinado nivel social. Mientras que la violencia que podríamos llamar de baja intensidad pero recurrente y normalizada en la vida cotidiana no tiene tanta publicidad y puede llegar a pasar desapercibida, especialmente en las primeras fases de una relación.
¿Las redes sociales favorecen o repelen la violencia machista?
A través de los medios y de las redes sociales se aprenden comportamientos y actitudes que ayudan a perpetuar el machismo y una cierta violencia tolerada hacia las mujeres: canciones, publicidad, videoclips, vídeos en la red, etc. Chicos y chicas disfrutan de estos modelos de entretenimiento sin ninguna capacidad crítica para ver qué promueven y que perpetúan.
¿Educación online?
Es importante educar en descifrar los mensajes que nos llegan desde el entorno más inmediato o desde lo más potentes aparatos mediáticos.
¿Se vigilan las redes sociales como forma de intrusión?
Una de las formas de privar de libertad a la víctima y limitar su vida social es controlando sus redes y todas las formas de contacto: whatsapps, correo electrónico, llamadas y todas las redes que utilice.
¿Cómo captar los primeros signos de violencia?
Todos los niños y adolescentes deberían recibir formación en igualdad y para la tolerancia, no solo para evitar el machismo sino también la homofobia y otras actitudes de discriminación por razón de género o de orientación sexual.
Esta educación debería concienciar a todos, chicos y chicas, de cuáles son los comportamientos discriminatorios, abusivos o violentos. Porque para poder rechazar algo, primero hay que detectarlo.
Muchas veces el acoso empieza por señales sutiles, esporádicas y compensadas por comportamientos positivos como elogios, regalos o caricias. De tal manera que la víctima va siendo atrapada poco a poco en la relación y cuando el comportamiento violento va avanzando es más difícil dejar la relación, especialmente si ya hay hijos de por medio.
Señales de alarma más visibles que más tarde se van manifestando, ¿control sobre la apariencia?
El violento cree que puede controlar a su víctima por la fuerza y que puede hacerlo porque es de su “propiedad”. Por este motivo, también se cree en el derecho de decidir cómo tiene que vestir, cómo puede salir a la calle y que prendas tiene que comprarse y cuáles no. Con gestos de bajar la falda, indicar que el pantalón que lleva es demasiado corto…
¿Cómo aíslan estos agresores a las jóvenes de su familia, de sus amigos?
Hay muchas formas de aislarlas. Desde la seducción hasta la reclusión en casa. Empiezan por convencerlas de que lo mejor es estar a solas los dos, después hablan mal de los familiares o los amigos de ella, o se hacen la víctima como “les quieres más a ellos que a mí”. También impiden que vayan a sitios donde pueden encontrar conocidos, o esperarlas a la salida del colegio o del trabajo para controlarlas. A veces no hace falta ni hablar, son solo miradas las que expresan el deseo del agresor.
Algunos agresores que no llegan a la violencia física, sí rompen los objetos de la víctima, ¿qué indica esto?
Sí, o se autolesionan ellos para hacer sentir culpables a ellas. Romper las cosas de la víctima es una forma de amenaza, un mensaje de violencia indirecta que atemoriza a la víctima y la desestabiliza porque estos arranques no suelen responder a una lógica.
El silencio, ¿como forma de ataque, de ignorar a la víctima?
El silencio por respuesta igual que negar la palabra durante horas o días, es una forma de humillación y desprecio porque equivale a ignorar a esta persona.
¿De esta manera anulas a la víctima?
Le estás indicando que no merece ser tenida en cuenta o recibir explicaciones. Cuando no le hablamos a alguien le estamos retirando la amistad, cualquier capacidad de relación con nosotros.
¿Las adolescentes toleran comportamientos machistas, sobre todo, si se han criado en un entorno de estas características?
En general, nos comportamos según vemos en casa y en nuestro entorno más inmediato. Padres, madres, maestros y maestras son referentes de comportamiento y es importante que ofrezcan modelos de relaciones basadas en la igualdad, en la libertad y en la comunicación no violenta. Y no hay que olvidar que uno de los agentes más importantes en el cambio de conducta de las generaciones futuras son las madres de hoy.
Las mujeres adultas tienen que ser conscientes de que son un modelo para sus hijas y también para sus hijos. Desgraciadamente, las mujeres podemos ser las mayores transmisoras de una actitud de subordinación, muchas veces, sin darnos cuenta.