Hasta 24 niños se han quedado huérfanos en lo que va de año. Estas cifras incluyen los dos menores de la pareja hallada este martes muerta en la localidad de Barro, en Pontevedra.
Son muchas las historias que rodean a estos pequeños que se quedan sin familia mucho antes de lo debido. Y en demasiadas ocasiones, son ellos los que se encuentran los cadáveres de sus mamás.
El 17 de marzo, Amanda, de diez años, regresaba a casa del colegio cuando, al entrar en casa, descubrió el cadáver de su madre. Andina Pereira, una mujer brasileña de 35 años, había sido estrangulada con el cable de la plancha por su expareja, Andoni A., un vizcaíno de la misma edad que, según varios testimonios, la tenía atemorizada por sus celos excesivos y la vigilaba constantemente.
Desde el asesinato de su madre, Amanda permanece, junto a su hermano Marcos, de catorce años, bajo tutela de los servicios sociales de la Diputación de Guipúzcoa, en espera de que sus familiares, que viven en Río de Janeiro, se hagan cargo de ellos definitivamente.
Son los rostros silenciados que deja la lacra de la violencia de género. Según datos del Gobierno, en lo que va de año, catorce menores han perdido a su madre a manos de sus parejas o exparejas. En varios casos, a ambos progenitores, ya que algunos agresores terminaron quitándose la vida tras cometer el asesinato.
El pasado 28 de marzo, Juan se levantó a las diez de la mañana y se dirigió a la habitación de su madre. La encontró tumbada en la cama y cosida a navajazos, en medio de un gran charco de sangre. Su padre, la había asesinado. El joven explicó después que había dado varios golpes en la pared del cuarto de sus padres, contiguo al suyo, porque el ruido no le dejaba dormir. El agresor había elevado el volumen del televisor, para que ninguno de sus seis hijos se enterase del crimen. Ellos llevaban tiempo insistiendo a su madre para que se separase, ya que en varias ocasiones la había amenazado varias veces con matarla a puñaladas.
El 26 de febrero, Nuria, de 43 años, fue asesinada a golpes por su expareja, que murió después, según la autopsia, a consecuencia de un infarto. Sus cuerpos fueron localizados por su hijo mayor, de 17 años, al regresar al domicilio unas horas después, acompañado por un amigo. El joven intentó abrir la puerta, pero no pudo porque las llaves estaban puestas por dentro. Entonces, avisó a una vecina, que tampoco consiguió abrir y decidieron avisar a la policía. Al abrir, encontró a su madre tirada en el suelo de una de las habitaciones, con un fuerte golpe en la cara, y al hombre también muerto en la entrada del cuarto de baño.
Nuria, que era asistente de personas con discapacidad, tenía una hija de cinco años, adoptada con una pareja anterior, aunque había acogido también a otros tres adolescentes, de 12, 14 y 17 años, hijos de una hermana y de los que tenía la tutela por sus problemas con las drogas.
María del Henar llevaba tiempo sufriendo por su hijo. Estaba separada desde hacía unos meses de su pareja, Pedro Pablo, padre del pequeño, de sólo once meses. En pleno proceso de custodia, temía, según los familiares, que si lo dejaba con el padre, no volviese a verlo.
Su expareja, decían, estaba obsesionada con ella, y desde hacía tiempo, le enviaba mensajes amenazantes. El pasado 27 de marzo, paró su coche y la acorraló en plena calle de Medina del Campo (Valladolid), increpándola para que le dejase ver a su hijo. Después, le pegó un balazo en la sien. María del Henar estuvo varias horas en muerte cerebral hasta que finalmente falleció.
El 16 de enero, otros dos jóvenes, de 13 y 20 años, perdían a su madre, asesinada con un cuchillo por su pareja en su domicilio. Ella, venezolana, se había traslado al sur de Tenerife hace unos años con sus hijos para iniciar una nueva vida y había iniciado una relación con un hombre, de nacionalidad mexicano, con el que trabajaba en el sector de la hostelería. Sus hijos esperan ahora el traslado a Venezuela.
Las últimas víctimas de esta violencia son los dos hijos de Hana, la mujer degollada ayer, junto con su actual pareja, en el domicilio que ambos compartían en la localidad madrileña de Villarejo. Los pequeños, de 4 y 7 años, acudieron a la habitación de su madre al ver que no acudía a despertarles, como hacía cada mañana, y encontraron los cuerpos sin vida de ambos. Su padre, Mbarak, los había asesinado unas horas antes.
Hana había llegado a España tras casarse con Mbarak en Marruecos, cuando apenas tenía catorce años. La pareja llevaba unos meses separada y él tenía una orden de alejamiento desde hacía sólo unos días. Ella había presentado una denuncia debido a que su exmarido la acosaba telefónicamente, insistiéndole en retomar la relación. Esta mañana, el presunto agresor aparecía ahorcado en una zona rural de Guadalajara.
Ahora, los pequeños permanecen bajo tutela de los Servicios Sociales de Madrid, a la espera de que algún familiar en Marruecos, país del que los padres eran originarios, se hagan cargo de ellos.